Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Fiesta de la Sagrada Familia.

1ª lectura: Génesis 15,1-6.21,1-3; Salmo 105(104),1-6.8-9; 2ª lectura: Carta a los Hebreos 11,8.11-12.17-19; Evangelio según San Lucas 2,22-40.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que eligió vivir en familia con nosotros.

Celebramos hoy la Fiesta de la Sagrada Familia esta hermosa escena llena de amor, pero, como toda situación humana, con un trasfondo de cierta oscuridad. Este niño trae la alegría de la Salvación esperada con tanta ansia por el pueblo de Israel, representado en Simeón. Él es la Luz que llega a iluminar a las naciones. Él es la gloria de Israel. Pero este niño también será signo de contradicción: no se podrá permanecer indiferente ante Él. Muchos lo amarán y respetarán, pero otros lo rechazarán y lo odiarán a muerte, y muerte de cruz. Por eso, "una espada" atravesará el corazón de María, espada no en sentido literal, sino en el sentido del extremo dolor de ver a su Hijo clavado en cruz. El tono grave que le pone a esta fiesta este anuncio, viene a destacar la fidelidad de Jesús, y la fe de María y José.

Fe como la que preanunciaba la figura de Abraham, un hombre que, entrado en años, no teme abandonar la seguridad y comodidad que había logrado, y da un salto de fe para abandonarlo todo y aferrarse a la Promesa, resumida en esta hermosa frase: "Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas". Es una frase que nos puede ayudar mucho, cuando frente a los problemas y las dificultades, bajamos la cabeza y nos sumimos en la tristeza. En ese momento es crucial recordar estas palabras, levanta la mirada, "mira hacia el cielo... cuenta las estrellas", como para decirnos, "no te dejes encerrar por los problemas, mira el cielo, tenemos un Dios que todo lo puede, que nos ama mucho y nunca nos abandona".

Por estos motivos, con razón el salmista nos invita a dar gracias al Señor, a invocar su nombre, y pregonar sus maravillas, maravillas como la de renunciar a su omnipotencia y, por amor, hacerse frágil y dependiente como un bebé; maravillas como las que hace cada día en nuestra vida aunque no nos demos cuenta. En estos días en que solemos hacer balance, sería muy bueno dedicar unos minutos para revisar por dónde ha pasado Dios por mi vida este año, para ver qué maravillas ha hecho. Y si no logramos verlo, estamos invitados a purificar la mirada, a profundizar, salir de la superficie, o "levantar los ojos al cielo", porque el Señor siempre se acuerda de su Alianza y de su amor hacia nosotros.

A este Dios tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a nunca separarnos de esta Sagrada Familia, para que su testimonio de fe y fidelidad nos ayude a superar las dificultades; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que como nadie supo permanecer firme en la fe, que nos ayude a crecer espiritualmente, a mantenernos firmes en la fe a pesar de las dificultades, y ser misioneros/as de esta luz y amor de la Sagrada Familia a aquellos/as hermanos/as que más lo necesitan.

viernes, 26 de diciembre de 2014

26 de diciembre. San Esteban Protomártir.

1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 6,8-10.7,54-60; Salmo 31(30),3cd-4.6.7b-8a.16bc.17;  Evangelio según San Mateo 10,17-22.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que envía su Espíritu para que venga en nuestro auxilio.

Celebramos hoy el martirio de San Esteban, el primer mártir de la Iglesia; el primero en dar la vida por su fe en Jesús.

Esta memoria llega a nosotros como un "contrapunto". Entre los sonidos alegres, festivos y agudos de la Navidad, aparece el tono grave de la muerte. Mientras ayer contemplábamos una escena llena de amor, con la ternura de un recién nacido, el amor incondicional de sus padres, y el tributo de pastores y magos, hoy contemplamos una escena cargada de odio hacia un discípulo de Jesús. Ayer decíamos que el Niño Jesús había experimentado ya desde su nacimiento lo que es el rechazo de tantas puertas que se les cerraron (no hubo lugar para ellos en ninguna posada); hoy, uno de sus discípulos lo experimenta en su forma más extrema. Creo que todo esto reafirma la profundidad del misterio de la Navidad, de un Dios que eligió hacerse uno de nosotros en Jesús, asumiendo toda nuestra naturaleza e integrando nuestros extremos: el amor y el odio, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. En medio de los festejos, celebrar la memoria de Esteban nos invita a tomar conciencia de la seriedad de la vida y la fe; no podemos vivir de manera superficial.

Como leímos en los Hechos de los Apóstoles, Esteban fue una persona que supo configurarse con su Maestro; una persona  llena "de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo", que al igual que Jesús, provocaba "frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra"... "se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él". Era tal su relación con Dios, que tuvo la experiencia de contemplar a Jesús sentado a la derecha del Padre en el Cielo. El hecho de dar testimonio de esta experiencia, y de reconocer la divinidad de Jesús, provocó la ira de sus perseguidores, que lo ejecutaron apedreándolo. Una vez más, Esteban hace gala de su identificación con su Maestro: Jesús había dicho en la Cruz "en tus manos encomiendo mi espíritu", y "perdónalos, Padre, no saben lo que hacen"; Esteban dice en el momento de su muerte: "Señor Jesús, recibe mi espíritu", y "Señor, no les tengas en cuenta este pecado".

¿Cómo puede ser que una persona llegue a tener tal serenidad en el momento de su muerte? El salmista nos cuenta el secreto, que guió a Esteban y a tantos cristianos a lo largo de la historia: la clave está en apoyarnos en Dios como la Roca que nos sostiene, el baluarte donde nos encontramos a salvo, el piso firme sobre el cual podemos construir nuestra vida. El saber que Él es fiel, que no nos falla, que nos ama y que nos salva en su misericordia nos permite sentirnos tan seguros como para dar ese salto en la fe que Dios Esteban, capaz de entregar su vida para ganar La Vida.

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a crecer en la fe y querer ser cada día más parecidos a Jesús, como lo fue Esteban; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que como nadie supo permanecer firme en la fe a pesar de las dificultades, le vamos a pedir que nos ayude a dar testimonio de este amor de Dios que llena de sentido nuestra vida, en especial, a aquellos hermanos que más lo necesitan.   

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Solemnidad de la Natividad del Señor. Misa del día.

1ª lectura: Isaías 52,7-10; Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6; 2ª lectura: Hebreos 1,1-6; Evangelio según San Juan 1,1-18.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que siendo el Creador Todopoderoso de todo lo que existe, y porque nos ama mucho, en Jesús eligió hacerse un ser tan débil y dependiente como un bebé para, siendo igual a nosotros en todo, menos en el pecado, reconciliarnos con Él.

Terminó la espera. Dios cumplió su Promesa. Hoy nació el Enviado a sanarnos y salvarnos. Él, que existe desde el principio, y por quien todas las cosas fueron creadas; Él, que es la Vida y la Luz, que llena de sentido y de luz nuestra vida; Él, por Quien fuimos hechos hijos de Dios; Él, el Rey del Universo, que no eligió para nacer un palacio repleto de oro, sino, nacer pobre entre los pobres, en un humilde pesebre, rodeado de animales, pero sobre todo, rodeado del amor y cuidado de su Madre, que lo es también nuestra, María, y su esposo San José; de la compañía de los marginados de su tiempo, representados por los pastores pobres, y por los extranjeros magos venidos de Oriente; Él, que desde su nacimiento vivió el rechazo de tantas puertas que se le cierran; Él, que como dice San Pablo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos.

Con razón exclama de alegría Isaías: "Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación". Porque Jesús establece la paz, sanando todas las heridas provocadas por el pecado original y reconciliando todas las cosas con Dios, y por eso, al restablecer el Proyecto de amor de Padre, viene a anunciarnos la felicidad y la salvación. Por esto, también Isaías nos invita a gritar de alegría, "porque el Señor consuela a su Pueblo, Él viene a redimirnos... y todas las naciones, verán la salvación de nuestro Dios".

La misma invitación nos la hace el salmista, admirado de las maravillas que hace Dios, un Dios lleno de amor y que es fiel a las promesas realizadas a nuestros primeros padres; un Dios, que como dice la Carta a los Hebreos, luego de hablar a nuestros antepasados en muchas ocasiones y de varias maneras, en Jesús se nos revela por completo.
  
Él, que es la Luz, viene a iluminar nuestras oscuridades, y a llenar de sentido cada rincón de nuestra vida.
A este Dios, que siendo omnipotente, por amor se hace frágil y dependiente como un bebé, le vamos a pedir que la celebración de esta Navidad nos renueve en la fe y la alegría de sabernos amados por Él; y a María, la fiel custodia de ese frágil bebé Dios, nos ayude a custodiar nuestra fe, para que en esta Navidad sintamos de verdad cómo el amor de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Domingo IV de Adviento Ciclo B.

1ª lectura: Segundo Libro de Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16; Salmo 89(88),2-3.4-5.27.29; 2ª lectura: Romanos 16,25-27; Evangelio según San Lucas 1,26-38.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que es fiel a sus promesas, y en Jesús viene a salvarnos.


Celebramos el cuarto domingo de Adviento. Estamos terminando este camino de preparación a la Navidad; un camino que comenzó con la llamada a estar prevenidos y atentos (domingo 1º), a preparar el camino y el corazón para la llegada del Señor (domingo 2º), a estar alegres en el Señor que porque cumple sus promesas (domingo 3º), y que en este cuarto domingo nos invita a decir como María: "hágase en mí según su Palabra".

¡Qué bueno es Dios!, que como vimos en la primera lectura, no quiere un edificio para habitar, sino que prefiere habitar nuestro corazón, nuestro ser. Y esto no es una frase bonita sacada de una estampita; recordemos que por el Bautismo fuimos hechos templos del Espíritu Santo.

¡Qué bueno es Dios!, cuya misericordia es eterna, como nos dice el salmista. Él nos tiene una paciencia infinita, nos ama como Padre, y nos sostiene como la Roca al edificio, como cimiento estable donde podemos apoyar nuestra vida.

¡Qué bueno es Dios!, que, como nos dice San Pablo, nos reveló su misterio de amor, oculto desde los inicios de la historia y, como dice Jesús, lo ha mantenido oculto a los sabios y poderosos, y lo manifestó a los humildes.

¡Qué bueno es Dios!, que siempre elige actuar en lo sencillo, en lo humilde, en lo pobre, en lo débil, y por eso eligió a María, una humilde muchacha de un pueblito sin mucha importancia llamado Nazareth; una perfecta representante de lo que en la Biblia es el "Resto fiel"; alguien capaz de ofrecer su más absoluta disponibilidad a la acción del Espíritu, y con su "hágase", permitió que Dios, en Jesús, se hiciera uno de nosotros, y así nos sanara y salvara.

Estamos a días de celebrar la Navidad. Estamos invitados a centrar nuestra atención en el pesebre y no dejarnos distraer por el consumismo. Estamos invitados a sacar de nuestro corazón todo lo que ocupa un lugar que no le corresponde, y hacerle lugar a nuestro Salvador, para que el "hágase" de María se cumpla en nosotros.

A este Dios tan bueno, vamos a darle gracias por regalarnos tanto amor y a pedirle que nos ayude a ser cada vez más conscientes de ello; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que con su disponibilidad permitió que naciera nuestro Salvador, vamos a pedirle que nos ayude a preparar nuestro corazón, y a crecer en disponibilidad para que podamos llegar a decir, como ella, "hágase en mí según su Palabra". 

domingo, 14 de diciembre de 2014

Domingo III de Adviento Ciclo B.


1ª lectura: Isaías 61,1-2a.10-11; "Salmo": San Lucas 1,46-48.49-50.53-54 ; 2ª lectura: 1 Tesalonicenses 5,16-24; Evangelio: Juan 1,6-8.19-28.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que en Jesús viene a sanar los corazones desgarrados, a dar la buena noticia a los pobres, y a anunciar nuestra liberación de todo aquello que nos oprime.
Estamos celebrando el tercer domingo de Adviento, conocido tradicionalmente como “Gaudete”, ya que la Iglesia nos invita a alegrarnos por la proximidad de la celebración de la Navidad. Resuena en este día las palabras del Apóstol San Pablo: “estén siempre alegres, oren en todo momento; den gracias a Dios por todo; porque Él es fiel y cumplirá su palabra.

Repasemos el camino que hemos hecho en estos domingos de Adviento. En el primer domingo se nos invitó a estar prevenidos y atentos; en el segundo, a preparar los caminos para la llegada del Salvador; y hoy, a alegrarnos, porque Dios es fiel y cumplirá su palabra.

Pero, ¿cuál es esta palabra de la que esperamos el cumplimiento? Es la de la Promesa de un Salvador, que como dice Isaías, posee el Espíritu del Señor porque es “el ungido”, “el Mesías”, “el Enviado” “a sanar los corazones desgarrados; a anunciar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad; a anunciar el año de gracia del Señor; a hacer germinar la salvación”. Y como sabemos que lo que Dios dice lo hace, esta Promesa es un motivo que nos colma y hace desbordar de alegría.

Por este motivo, muy acertadamente la Iglesia eligió como salmo para este día el Magníficat de María. Nadie como ella supo expresar y vivir esta realidad de la grandeza de Dios, que nos llena de alegría porque mira la humildad de sus hijos/as; que hace obras grandes por nosotros; porque su misericordia es infinita que derriba a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes, que despide vacíos a los autosuficientes y colma de bienes a los hambrientos; que cumple todas sus promesas.

El cumplimiento de las promesas es un regalo de Dios, no hemos hecho nada para merecerlo, y es un regalo para todos. Sin embargo, como Dios respeta nuestra libertad, existe la posibilidad de que con nuestras decisiones y actitudes rechacemos la Salvación que dios nos promete. Por eso, San Pablo nos invita a tener cuidado en “no apagar la fuerza del Espíritu, de examinarlo todo y quedarse con lo bueno, y de apartarse de todo tipo de mal. También por este motivo fue elegido San Juan Bautista, para “preparar el camino del Señor”, para preparar el corazón del pueblo a su llegada; para dar testimonio de esta Luz que amanece. Él nos deja una lección de oro a todos los que tenemos el privilegio de ser anunciadores del amor de Dios. No somos la Luz, sino testigos de la luz. Hay ocasiones en que nos confundimos, y buscamos el reconocimiento, y nos llenamos de orgullo porque nos felicitan por nuestras palabras, porque nos dicen que hacemos bien, y llegamos a sentirnos casi “imprescindibles” en la obra salvífica de Dios. En estos momentos dejamos de anunciar a Jesús, que es la Luz verdadera, y ofrecemos a las personas un ídolo con pies de barro. Una y otra vez debemos recordar que “no somos dignos siquiera de desatarle las sandalias” a Nuestro Señor; y como dice San Pablo en el lema que elegí para mi ordenación, “Dios me libre gloriarme si no es en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo” (Gál 6,14).

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a creer y confiar más en Él; y a María, nuestra Madre de la Alegría, a que nos ayude a seguir preparando el corazón a la llegada de su Hijo.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Domingo II de Adviento Ciclo B.

1ª lectura: Is 40, 1-5. 9-20; Sal 84; 2ª lectura: 2 Pe 3, 8-14; Evangelio: Marcos 1, 1-8.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es fiel a su Palabra y cumple su Promesa.


¿Qué Promesa? Permítanme que lo repita una vez más. El proyecto de Dios fue crearnos por amor, para amar y ser felices, en plena unión con Él y nuestros hermanos. Pero nuestros primeros antepasados rompieron la relación con Dios, hecho que conocemos con el nombre de Pecado Original, provocando que nuestra naturaleza humana quedase herida y nu pudiese acceder a la felicidad. Pero inmediatamente, Dios prometió un Salvador que reconciliaría todas las cosas consigo. Desde ese momento comenzó el tiempo de la espera, marcado por la fidelidad de Dios, y la fragilidad e infidelidad del ser humano. Esta Promesa se cumplió en Jesús, a cuya venida en Navidad nos estamos preparando en este Adviento.

El domingo pasado las lecturas nos invitaban a estar prevenidos y atentos. Hoy nos invitan a preparar el camino y el corazón a la llegada del Señor.

Preparemos el camino. Que, como dice la carta de San Pedro, su Venida nos encuentre en paz con Él.

Es ésto, lo que hacía San Juan Bautista, predicando un bautismo para el perdón de los pecados y el cambio de vida, para que el pueblo se hallase en paz con Dios. Pero a este bautismo le faltaba algo fundamental. En este bautismo sólo se perdonaban los pecados, y permanecer en ese estado de pureza dependía en exclusivo de las personas, y... conocemos cuán débil es el ser humano.

Juan anunciaba la llegada de Aquél que bautizará con Espíritu Santo, no sólo para el perdón de los pecados, sino para que su Espíritu habite en nosotros y  nos ayude a permanecer fieles.

Estén prevenidos... preparen el camino... está cerca nuestra salvación.

A este Dios bueno y fiel, vamos a pedirle que nos regale su gracia para prepararnos y permanecer fieles a su voluntad; y a María, nuestra Madre Inmaculada, que nos cuide con su ternura para que sepamos evitar las tentaciones, y así, la Navidad nos encuentre en paz con Dios.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Domingo I de Adviento Ciclo B.

1ª lectura: Isaías 63,16b-17.19b.64,2b-7; Salmo 80(79),2ac.3b.15-16.18-19; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 1,3-9; Evangelio según San Marcos 13,33-37. 

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que, como dice San Pablo, es fiel y nos llama a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo.


Iniciamos el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico. Nos acompañará el Evangelista San Marcos, y la Iglesia nos invita a rezar especialmente por la vida consagrada.

Como ya saben, el Adviento es el tiempo de preparación y espera de Jesús que viene en un doble sentido: la Navidad; y su Venida al final de los tiempos. 

Por este motivo el Evangelio de hoy nos invita a estar prevenidos, a estar atentos a nuestro camino de fe, a no dejarnos llevar por la rutina, ni distraernos con el consumismo navideño; nos invita a permanecer fieles y atentos, como si su Venida fuese a suceder de un momento a otro.

Nos invita a estar prevenidos y atentos porque, como dice Isaías, Él es nuestro Padre, nuestro Redentor, Él es fiel: aunque nosotros nos alejemos, Él no nos abandona. Él nos trata con amor y cuidado como el alfarero trata la arcilla no dejando que nada se pierda y haciendo cosas admirables a partir de una masa sin forma.

Él es el Buen Pastor, como nos recuerda el salmista. Él nos protege, nos sale al encuentro, porque Él quiere que seamos plenamente felices en unión con Él y nuestros hermanos.

Él nos colmó de toda clase de riquezas, como dice San Pablo: su Palabra, la fe, el conocimiento de su Hijo Jesús. Él no deja que nos falte su Gracia, que es como una lluvia que empapa (donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia). Él nos mantiene firmes hasta el fin, porque es el Fiel por excelencia. Éste es un regalo gratuito: no hicimos nada para merecerlo; pero es también una tarea porque Él respeta nuestra libertad, y con nuestras acciones podemos romper la Comunión a la que nos llamó, Comunión que es la única capaz de hacernos plenamente felices.

A este Dios, Padre Fiel y Bueno, vamos a pedirle que nos ayude a tomar conciencia de la Gracia y Amor que nos regala, para ser fieles como lo es Él; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, Madre Fiel, que nos ayude a mantenernos atentos y firmes en la fe, para mantenernos en comunión con Jesús.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, ciclo A.

1ª lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17.; Salmo 23(22),1-2a.2b-3.5.6; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 15,20-26.28; Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que eligió identificarse con  nuestros hermanos y hermanas, para poder amarlo y servirlo en ellos.


Celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, dando cierre a nuestro año litúrgico. La próxima semana estaremos comenzando el Adviento.
Jesús es el Rey del Universo, pero no es como los reyes a los que estamos acostumbrados . Es un "Rey-Pastor", como escuchábamos tanto en la lectura de Ezequiel como en el salmo: un Rey-Pastor que nos conoce a cada uno/a por nuestro nombre; que nos busca cuando no; alejamos; nos protege; nos sana; nos apacienta con justicia; nos acompaña en medio de las dificultades y repara nuestras fuerzas.

Jesús es un Rey distinto. A lo largo de este año litúrgico lo vimos acercarse a los más desamparados, enfrentarse a las autoridades, enseñar con paciencia a sus discípulos y lo vimos llorar, por lo menos cuatro veces; es un Rey que comparte en todo nuestra condición menos en el pecado.

Es un Rey distinto. En el Evangelio escuchamos como eligió identificarse con nuestros/as hermanos/as, y así, el Rey del Universo, eligió necesitar que le demos de comer, de beber, de vestir, y espera nuestra visita en los enfermos y encarcelados.

Es un Rey distinto. Su Gran Triunfo es un gran fracaso a los ojos de los demás. Su Gran Triunfo es la Cruz, porque en ella demuestra que el Amor de Dios triunfa sobre el mal, el odio y la muerte.

Es un Rey distinto, que gracias al Bautismo nos deja formar parte de su Cuerpo, y que elige hacerse Pan para que nos alimentemos de Él.

A este Rey tan distinto y tan bueno, vamos a pedirle que gobierne siempre en nuestras vidas; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, la Reina de Cielo y Tierra, que nos ayude a amarlo y servirlo cada vez más en nuestros/as hermanos/as.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Otras veinte razones...

¡Qué bueno es Dios! que: 



31) al revelar su identidad, nos hace descubrir nuestra identidad más profunda. 
32) nos ama y nos acepta tal como somos (II).
33) nos ama con infinita misericordia, y nos enseña a amar de la misma manera y a ser misericordiosos como Él.
34) nos amó tanto, que envió a su único Hijo para salvarnos por su amor fiel hasta la muerte, y muerte de Cruz.
35) nos ama gratuitamente, que respeta nuestros tiempos, y con infinita paciencia nos espera hasta el último momento.
36) nos ama y acepta tal como somos (III).
37) nos amó tanto, que envió a su único Hijo para salvarnos por ser fiel al Proyecto de amor del Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz.
38) nos ama gratuitamente e invita a todos a la comunión en el Banquete de Bodas del Reino.
39) nos ama y nos llama, tal como somos, a ser misioneros/as de su amor.
40) nos creó por amor para amar y ser felices, en comunión con Él y nuestros/as hermanos/as.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Primeras 20 razones para decir ¡qué bueno es Dios!

Compartimos un índice con nuestras primeras veinte razones para decir ¡qué bueno es Dios!
Para ampliar en cada razón, haga click en ella.



¡Qué bueno es Dios!, que:


3) nos ama mucho y nunca nos abandona.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31; Salmo 128(127),1-2.3.4-5; Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 5,1-6; Evangelio según San Mateo 25,14-30.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es fiel, y nos invita a participar de su gozo. 

Estamos terminando el año litúrgico. En un par de semanas comenzaremos el adviento, y los textos que leemos toman un matiz escatológico, es decir, nos ayudan a elevar la mirada hacia el final de los tiempos, y por eso, San Pablo nos exhorta a ser fieles, a mantenernos firmes en la fe, como si la Segunda Venida del Señor fuese inminente. Es una invitación a no dejar que la rutina enfríe nuestra fe, y a no negociar con el mal espíritu y la oscuridad haciendo, como dice San Pablo, obras de las tinieblas. Somos hijos de la Luz.

Somos hijos de la Luz. ¡Qué lindo es meditar esta frase!, sobre todo, cuando tan a menudo utilizamos otras frases con la expresión "hijos de...", tanto para insultar, así como para dialogar informalmente. Cuántas veces nos dicen frases que atentan contra nuestra dignidad: "sos un inútil", "no servís para nada", "sos un amargado", etc.; todo esto es mentira: nuestra verdadera identidad es que somos hijos de la Luz. Y si no, recuerden cuando en el bautismo nuestro padrino encendió su vela en el Cirio Pascual, para indicar que por el bautismo recibimos la Vida y Luz de Jesús. Somos hijos de la Luz.

No hemos hecho nada para merecer esto; es un regalo gratuito de Dios, pero también es una tarea. Esto es lo que nos enseña Jesús con la parábola de los talentos. Nuestros talentos no son de nuestra propiedad, son sus bienes que nos son confiados gratuitamente, pero no para retenerlos egoístamente, no para encerrarlos y enterrarlos para nuestro provecho. Son dones que nos confió para servir a nuestros/as hermanos/as, para ser felices, haciendo a los demás felices en plena unión con Dios y los hermanos.

A este Dios que nos ama tanto, vamos a pedirle que nos ayude a ser generosos, poniendo los talentos que nos regaló al servicio de los demás; y a María, Madre de la Luz, que nos ayude a ser fieles, viviendo de acuerdo a lo que somos: hijos de la Luz.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Conmemoración de todos los fieles difuntos.

1ª lectura: Ap 21,1-5a.6b.7; Sal 129,1-8; 2ª lectura: 1ª Carta a los Corintios 15,51-57; Evangelio según San Juan 11,17-27.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que saca bienes de nuestros males y vida de nuestras muertes.

Celebramos hoy la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos. Pero esto no es celebrar la muerte, sino la Vida Nueva en Jesús, porque Él nos demostró que la última palabra no la tiene el mal y la muerte; la última palabra la tiene el amor y la vida. Y, si alguien tiene dudas de esto, prestemos atención a lo que Jesús nos muestra en el Evangelio de hoy. 

Contextualicemos:
La situación en torno a Jesús se había complicado. Estaban conspirando para arrestarlo y matarlo. En esto le llega el aviso que su amigo Lázaro está gravemente enfermo. Jesús deja pasar un par de días y decide ir a verlo. Sus discípulos quieren detenerlo, porque ir hacia el pueblo de Lázaro implicaba meterse en la "boca del lobo"; pero su amor es más fuerte que el miedo y la muerte. Al llegar se encuentra con Marta, hermana de Lázaro y amiga suya. Ésta le hace un reproche; sin embargo, hace una profesión de fe solemne. A través de ella, Jesús llama a María. Jesús la saca del foco del dolor, pero a ella le cuesta salir y llora. Esto conmueve a Jesús, y también llora. Pide que lo lleven a la tumba. "Huele mal... lleva cuatro días", le dice Marta. Esta expresión indica que no hay vuelta atrás, no es posible cambiar la situación de Lázaro. Jesús la invita a creer, pero al ver el llanto de los demás, se vuelve a conmover y llora. Esto nos enseña la validez del duelo y el llanto frente a nuestras pérdidas: si Jesús mismo lloró, aún sabiendo que la muerte no tiene la última palabra, ¿cómo no vamos a poder llorar nosotros? Nuestra psiquis necesita atravesar el duelo para encontrar la calma; y el duelo implica el llanto, la negación, el enojo, la resignación y al fin la aceptación de la nueva realidad; quien no llora una pérdida, lo que hace en realidad es retrasar el duelo.
Pero Jesús le devuelve la vida a Lázaro, porque Él es la Resurrección y la Vida; y porque, como dice San Pablo, por Él la muerte ha sido vencida.

Por todo esto podemos decir con el salmista: "espero en el Señor y confío en su Palabra... porque en Él se encuentra la misericordia y la Redención en abundancia"; porque su sueño es que todos nos salvemos y habitemos el cielo nuevo y la tierra nueva de los que nos habla el Apocalipsis, donde no habrá más llanto, ni muerte, ni dolor, donde seremos plenamente felices en comunión con Dios y nuestros hermanos, donde nos encontraremos con nuestros familiares y amigos que ya partieron al encuentro con Dios.

A este Dios que nos ama tanto, que es el Dios de la Vida, le pedimos que acepte en su Reino de Paz y Luz a nuestros difuntos; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos dé el consuelo a quienes lloramos la muerte, y nos ayude a tomar conciencia que la última palabra no la tiene la muerte, sino la Vida.

domingo, 26 de octubre de 2014

Domingo XXX del Tiempo Ordinario Ciclo A

1ª lectura: Éxodo 22,20-26; Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.47.51a-51b; 2ª lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,5c-10; Evangelio según San Mateo 22,34-40.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos creó por amor para amar y ser felices, en comunión con Él y nuestros/as hermanos/as.
Una vez más los fariseos se acercan para hacer preguntas a Jesús, no para saber más, sino para tenderle trampas.
Hoy la pregunta es por el mandamiento más importante, y le da la oportunidad a Jesús de enseñar una vez más el mandamiento del amor; en él se cumple toda la ley; él es la regla fundamental del cristiano. Porque como hemos dicho varias veces, nuestra identidad más real es la de seres profundamente amados por Dios, con un amor que no sabe vivir sino comunicándose; no resiste ser encerrado en nosotros de forma egoísta, porque como dice San Juan, quien dice amar a Dios y no ama a sus hermanos es un mentiroso.

Pero sabemos que amar de esta manera es exigente, y no siempre fácil, sobre todo cuando alguien nos hiere y traiciona. Por esto, el salmista nos recuerda que Dios es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, Alguien que nos sostiene con su amor fiel, que a pesar de que nosotros fallemos, Él no falla; su amor nos libera.

En día de elecciones, además de rezar por nuestra Patria, es bueno hacer un examen de conciencia sobre nuestra fe, y purificarla de las idolatrías que "se nos pegan". Los políticos no pueden convertirse en el "mesías esperado"; no podemos apoyar nuestra vida en ellos. Sólo Dios sana y salva, sólo Él nos sostiene.

A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos regale experimentar su amor, y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos guíe para cimentar nuestra vida en su Hijo Jesús, para que aprendamos a decir: "Yo te amo, Señor, mi Fortaleza".

domingo, 19 de octubre de 2014

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Libro de Isaías 45,1.4-6; Salmo 96(95),1.3.4-5.7-8.9-10a.10c; 2ª lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5b; Evangelio según San Mateo 22,15-21.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y nos llama, tal como somos, a ser misioneros/as de su amor.

Celebramos hoy el Domingo Mundial de las Misiones, y es una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra vocación misionera.

¡Qué lindo es leer en la profecía de Isaías “Yo te llamé por tu nombre”! Si bien Dios llama a toda la humanidad a una existencia en el amor, este llamado es personalizado, es decir, no llama a una masa de individuos; llama a cada uno/a, con sus defectos y virtudes, por su nombre, como hijos/as amados/as que somos de Él.

¿A qué nos llama? A ser misioneros/as de su Amor, un amor hasta el extremo, un amor que “se la juega”, como vemos en el texto del Evangelio que meditamos hoy.

En este texto encontramos una vez más a los fariseos y sus secuaces tratando de atrapar a Jesús. Su forma de actuar es extremadamente hipócrita. Se acercan a Jesús halagándolo, diciéndolo todo lo bueno que es, tratando de hacerlo entrar en su juego. Jesús, descubriendo su malicia, no se deja enredar en ese mar de palabras azucaradas, sino que va al meollo, denunciando su hipocresía y la trampa que le estaban tendiendo. ¿Cuál es la trampa?: la pregunta que le hacen, es decir: ¿es lícito pagar los impuestos al César o no? Cualquier respuesta por sí o por no dejaba a Jesús en problemas. Si Jesús contestaba que sí, sería acusado de traidor a la causa judía, y de idólatra, al permitir que se “rindiera culto” al César al validar el pago de impuestos con monedas que llevaban su figura. Si contestaba que no, sería acusado de subversivo, de traidor a la causa del Imperio Romano, falta que sería castigada con la muerte; es como un callejón sin salida. Sin embargo, la respuesta de Jesús los pone en un aprieto. Parece simple, pero tiene unas connotaciones muy profundas: “al César lo que es del César; a Dios lo que es de Dios”. Pero, ¿qué es de Dios? La respuesta, una vez más, parece simple pero tiene connotaciones fundamentales: todo es de Dios y, en especial, nuestra vida es de Dios. Por eso, creo que esta respuesta tiene connotaciones que nos permiten reflexionar sobre nuestra relación con Dios, y las “idolatrías” que nos alejan de Él. Por ejemplo: todos tenemos una opción política, o nos sentimos simpatizantes de algún equipo de fútbol; esto es normal, pero estar dispuestos/as a dar la vida por un partido político o un cuadro de fútbol, es otra cosa. Recordemos que sólo Dios no nos falla ni nos falta, en cambio los políticos… Es válido dar la vida por aquello que nos construye como persona, o mejor, por Aquél que quiere que seamos realmente felices; es válido dar la vida por la salvación de nuestros/as hermanos/as, es decir, por su plena felicidad en comunión con Dios y nuestros/as hermanos/as.

A quienes son conscientes de este regalo de amor que es la fe, San Pablo dirige su felicitación, “por haber manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia”; por ser amados por Dios, que ustedes y elegidos/as a ser misioneros/as de su amor, porque éste no sabe vivir sino comunicándose, no resiste ser encerrado de forma egoísta. Por esto el salmista nos invita a anunciar “su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. Porque el Señor es grande y muy digno de alabanza”.

 A este Dios que es tan bueno vamos a pedirle que nos ayude a seguir tomando conciencia de su amor; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que fue la primera misionera, que nos regale el coraje necesario para ser misioneros/as de este amor que sana, salva y nos hace realmente felices.

domingo, 12 de octubre de 2014

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Isaías 25,6-10a; Salmo 23(22),1-6; Filipenses 4,12-14.19-20; Evangelio según San Mateo 22,1-14. 

¡Qué bueno es Dios!, que nos ama gratuitamente e invita a todos a la comunión en el Banquete de Bodas del Reino.

Recordemos una vez más lo que hemos dicho en cuanto a las diferencias entre una alegoría y una parábola: en la alegoría cada elemento tiene un significado que aporta al sentido del mensaje que se quiere trasmitir; esto no es así en la parábola, donde lo que importa es el mensaje y no los elementos que la integran. Digo esto para no asustarnos con algunas expresiones muy duras que aparecen en el relato.

¿Cuál es, entonces, el mensaje que quiere trasmitir Jesús en esta parábola? 

Jesús denuncia, una vez más, cómo el Pueblo Elegido de Israel se niega a reconocerlo como su Salvador; eligen apegarse ciegamente a la Ley y a las múltiples prescripciones que se habían inventado, dejando de lado la vivencia del amor, y la atenta escucha de la Palabra de Dios. Aún viendo a Jesús hacer cosas que sólo el Enviado del Padre puede hacer, aún así, persisten en su rechazo. Por eso, se autoexcluyen del Banquete de Bodas, y éste es ofrecido a quienes se encuentran en los cruces de camino. Aquí es importante resaltar que todos son invitados, "buenos y malos", es una invitación gratuita, pero que respeta la libertad personal. Sin embargo, para formar parte del Banquete se requiere estar en comunión. Creo que a esto se refiere la expulsión del que no traía traje de fiesta; es alguien que no está en comunión con lo que se celebra, y por esto, se autoexcluye.

Pero a quienes aceptan la invitación, como nos dice Isaías, Dios ofrece "un banquete de manjares suculentos, de vinos añejados, decantados"; porque Él "Destruirá la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo". Ésta es la manera como en la Biblia se habla varias veces de la salvación que Dios nos ofrece, una fiesta en la que seremos plenamente felices en comunión con Él y nuestros hermanos.

Por este motivo, con mucha razón el salmista dice que nuestro Dios es nuestro "pastor... que nos hace descansar en verdes praderas, nos conduce a aguas tranquilas, repara nuestras fuerzas, y nos guía por el camino recto, por amor a su nombre... Su bondad y su gracia nos acompañan a lo largo de nuestras vidas". Es que, como dice San Pablo, sólo Él puede "colmar con magnificencia todas nuestras necesidades".

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a reconocer que sólo Él puede hacernos sentir realmente plenos; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos regale sentir su ternura que nos preserve de buscar nuestra satisfacción fuera de Dios, para que al final habitemos en la casa del Señor por años sin término.

domingo, 5 de octubre de 2014

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Isaías 5,1-7; Salmo 80 (79),9.12.13-14.15-16.19-20; 2ª lectura: Filipenses 4,6-9; Evangelio según San Mateo 21,33-46.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos amó tanto, que envió a su único Hijo para salvarnos por ser fiel al Proyecto de amor del Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz.

¿Cuál es ése proyecto? La profecía de Isaías nos lo muestra con la imagen de la viña, que el dueño del campo sembró, regó y cuidó con tanto cariño. Él nos creó por amor para amar y ser felices; ésta era la buena viña que Él plantó. Pero, como hemos dicho varias veces, nuestros primeros antepasados rompieron su relación con Dios, y por eso, “produjeron frutos amargos” en vez de uvas.

Jesús retoma esta imagen de la viña, y la utiliza para denunciar la actitud de las autoridades religiosas, que debían ayudar a llevar al pueblo a Dios, y en vez de eso, rechazó a los enviados de Dios, y hasta llegó a asesinar profetas. Y prosigue anunciando lo que le sucederá a Él mismo: “Por último envió a su hijo, pensando: "A mi hijo lo respetarán". Pero los trabajadores, al ver al hijo, se dijeron: "Ese es el heredero. Lo matamos y así nos quedamos con su herencia". Lo tomaron, pues, lo echaron fuera de la viña y lo mataron”.  Y así, al Hijo lo tomaron, lo sacaron fuera de Jerusalén, y lo mataron colgándolo de la Cruz. Pero gracias a esta fidelidad de Jesús hasta el extremo, nos reconcilió con Dios, y sanó todas nuestras heridas, convirtiéndonos en el pueblo de su heredad, en la nueva viña del Señor. Por esto Jesús se convierte en la piedra angular que los constructores desecharon. Tenemos dos explicaciones de la función de la piedra angular, ambas válidas para representar a Jesús. En primer lugar se deriva de la primera piedra en la construcción de una base de una cimentación de albañilería, importante, ya que todas las otras piedras se establecerán en referencia a esta piedra, lo que determina la posición de toda la estructura. En segundo lugar, podría referirse a la piedra "clave", que es la del medio más alto de un arco, que con su peso y posición sostiene el arco y el techo. En cualquiera de los dos casos, esta piedra es fundamental, tanto como base así como sostén de la estructura. Jesús, "desechado" por las autoridades de los judíos terminó siendo el Principio y Fin de todas las cosas; quién nos dio la vida y por Quien recibimos el acceso a la Resurrección. Al rechazar a Jesús se cumplió lo que Él anunció a los fariseos y otras autoridades de los judíos: "el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos" . El nuevo Pueblo de Dios está ahora formado por una multitud venida de los cuatro puntos cardinales, y quienes habían sido elegidos, decidieron autoexcluirse del Reino inaugurado por Jesús. Pero la dureza de corazón y entendimiento de fariseos y demás autoridades los llevaron a empezar a conspirar contra Jesús, para llevarlo a la muerte.

A nosotros, la fidelidad y el amor de Dios nos sostiene, de manera que podemos decir con San Pablo: "No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. 
Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús"; porque la última palabra no la tiene el mal y la muerte, la última palabra la tiene el amor y la vida gracias a la Cruz y Resurrección de Jesús.

A este Dios que nos ama tanto, vamos a pedirle que habite en nosotros su Espíritu, que custodie nuestros corazones y pensamientos, y nos llene con su paz. Y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos regale sentir su ternura de Madre, y así, como dice San Pablo, que podamos poner en práctica lo que hemos aprendido y recibido, para que la paz de Dios habite en nosotros.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Ezequiel 18,24-28; Salmo 25(24),4-5.6-7.8-9; 2ª lectura: Filipenses 2,1-11; Evangelio según San Mateo 21,28-32. 

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y acepta tal como somos. Siento que éste es el mensaje principal del Evangelio que leemos hoy.

Para comprenderlo mejor, situémonos en el contexto. Jesús está hablando con las autoridades de los judíos, con los fariseos y maestros de la ley. Estas personas aparecen en el evangelio discutiendo a cada paso con Jesús, porque a pesar de verlo predicando y haciendo milagros, no lo aceptan como el Enviado por Dios. Estas discusiones “van subiendo de tono”, como en el texto que meditamos hoy.

Repasemos la parábola: un hombre tenía dos hijos a los que pide que vayan a trabajar a su viña. El primero dice no quiero, pero luego va; el segundo dice voy, pero no va. Jesús pregunta quién de ellos habrá cumplido la voluntad del padre. Ellos responden sin dudarlo: el primero; pero con esto entraron en un callejón sin salida. Jesús compara al primer hijo –el que dijo que no, pero después fue- con los publicanos y las prostitutas: éstos, con su vida de pecado dijeron no al Dios predicado por las autoridades, pero aceptan a Jesús y se convierten en sus discípulos; por consiguiente, las autoridades representan a los que dijeron voy, y no fueron: ellos vivieron toda la vida de acuerdo a la ley de Moisés, pero cuando llegó el Enviado de Dios, no lo aceptaron. Lo importante es cumplir la voluntad del Padre, que en San Juan es conocer y creer en Jesús; en Marcos, en seguir a Jesús como discípulos. Son, entonces, los publicanos y prostitutas que aceptaron a Jesús los que cumplen la Voluntad del Padre. Por esto Jesús les dice que los precederán en el Reino de Dios. 

Esto debe haber sido percibido por las autoridades como algo escandaloso, casi como un insulto, pero afirmaciones como éstas son las que hicieron que las autoridades empezaran a conspirar contra Jesús. Es interesante notar que Jesús no dice que estas autoridades serán excluidas del Reino, sino que publicanos y prostitutas entrarán antes que ellos. Jesús no los excluye; son ellos los que deciden autoexcluirse.

Este texto nos deja varias enseñanzas. Por un lado, que Jesús nos ama y acepta tal como somos, con nuestros defectos y virtudes, y aunque seamos muy pecadores, Él nos hace merecedores del Reino. Por otro lado, el ser amados de esta manera es una invitación a amar de la misma forma, como dice San Pablo: “tengan los mismos sentimientos de Cristo”, que siendo rico se hizo pobre para salvarnos, y por su muerte y resurrección reconcilió todas las cosas consigo. Él ya nos ha enseñado: “no juzguen y no serán juzgados, porque la misma medida que usen para medir será usada con ustedes”; porque como dice Isaías ni nuestros pensamientos ni nuestros caminos son los de Dios; los suyos nos superan como el cielo supera a la tierra; y como dice Eclesiastés: “se ven caras y no corazones”, es decir, juzgamos en base a lo que vemos, pero no conocemos las intenciones que hay detrás de cada hecho, o dicho de otra forma, no tenemos todos los elementos para juzgar; Dios sí los tiene.

Además, el salmista nos recuerda que su amor y compasión son eternos; porque Él es fiel, bondadoso y recto; Él muestra el camino a los extraviados y guía a los humildes; enseña su camino a los pobres, porque es nuestro Dios y Salvador.

A este Dios que es tan bueno, le pedimos que nos muestre sus caminos, que nos guíe por las sendas de la fidelidad. Y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos proteja para no errar el camino, y si nos caemos, para que nos ayude a levantarnos.  

domingo, 21 de septiembre de 2014

Domingo XXV del Tiempo Ordinario ciclo A.

1ª lectura: Isaías 55,6-9; Salmo 145(144),2-3.8-9.17-18; Filipenses 1,20b-26; Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16.

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos ama gratuitamente, que respeta nuestros tiempos, y con infinita paciencia nos espera hasta el último momento.

Hace casi dos meses compartí con ustedes la diferencia que existe entre una parábola y una alegoría. Comprender esta diferencia nos ayuda a acercarnos al mensaje que Jesús quiso trasmitir. Recordemos: En una alegoría, cada elemento que la integra tiene un significado propio que viene a hacer su aporte al concepto general que se quiere trasmitir. Al leer una parábola, en cambio, debemos centrarnos en el mensaje que quiere trasmitir, y no dejarnos distraer por los elementos "escenográficos" que envuelven el mensaje.

Si leemos el evangelio de hoy en clave de alegoría, nos enojamos al ver cómo se le paga lo mismo al que trabajó una hora que al que trabajó todo el día. Vemos esta situación como claramente injusta, y al propietario de la viña como a alguien que actúa según su capricho. Pero Jesús no nos propone la alegoría de los trabajadores, sino, una parábola.

Entonces debemos preguntarnos: ¿qué pretende enseñar Jesús con esta parábola? ¿Acaso Jesús quiere hablarnos de la justicia laboral?; ¿acaso quiere denunciar a los patrones caprichosos? La respuesta la encontramos al comienzo del texto: "el Reino de los Cielos se parece..." El mensaje que quiere trasmitir Jesús es sobre el Reino de los Cielos, es decir, en sencillo, sobre el proyecto de amor que el Padre tiene para que seamos plenamente felices en comunión con Él y nuestros/as hermanos/as. Y, ¿cuál es este mensaje? 

Creo que Jesús nos quiere hablar del amor gratuito de Dios, que nos acepta tal como somos, y nos espera con paciencia infinita hasta nuestro último momento. Entonces, "la paga" para un cristiano de toda la vida, como a alguien que se abre a la fe en el último segundo de su vida, es la misma: el Reino de los Cielos, el proyecto de amor del Padre.

Si esto nos parece injusto, es porque como dice el profeta Isaías: "los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.". Porque como dice el salmista: "El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones", no como nosotros, que somos frágiles, que muchas veces nos equivocamos, que muchas veces no sabemos ver con los ojos de Dios. 

Son muchas, entonces, las razones que tenemos para decir ¡qué bueno es Dios!
A este Dios que es cariñoso con todas sus creaturas, le vamos a pedir que nos ayude a seguir tomando conciencia de su gran amor por nosotros; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, le vamos a pedir que interceda para que nos dejemos guiar como ella por el Espíritu, de modo que vivamos de tal manera, que como dice San Pablo, que Cristo sea glorificado por nuestras acciones.