Epístola de Santiago 1,12-18. Salmo 94(93),12-13a.14-15.18-19. Evangelio según San Marcos 8,14-21.
Queridos hermanos, queridas hermanas:
Queridos hermanos, queridas hermanas:
¡Qué bueno es Dios!, que como Maestro Bueno nos tiene una paciencia infinita.
Esto es lo nos muestra el evangelio de hoy.
Jesús se encuentra en la barca con los discípulos y les dirige una enseñanza: "Cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes"; cuidado con lo que ellos insertan en la masa, y con lo que generan; cuidado con la cantidad de normas humanas y tradiciones que colocan sobre los hombros de las personas... Pero los discípulos, una vez más no entienden lo que Jesús les dice, y piensan en que no tienen pan; se les dificulta comprender con Quién están; se les dificulta ver más allá de lo obvio. Jesús, en su infinita paciencia, y como Maestro Bueno, apela a sus recuerdos, y a conectar con lo que vivieron un poco antes, donde Jesús dio a comer a cuatro mil personas con siete panes... ¡y ellos ahora se preocupan por la falta de pan!...
Un momento antes, los fariseos pedían a Jesús una señal del Cielo. Esto provocó que Jesús suspirara profundamente ante la cerrazón de estos fariseos que, si bien habían visto los milagros de Jesús, se negaban a creer en Él.
Hoy, los discípulos se muestran incapaces de ver Quién es en realidad Jesús. Este hecho nos sirve para ver cómo los discípulos eran personas como nosotros, y que es normal que tengamos también nuestras dudas. También con nosotros, Jesús tiene una paciencia infinita, y también a nosotros nos ayuda a crecer en la fe.
Pero quiero hacer también una mención sobre el fragmento de la carta de Santiago que hoy leemos. Quiero hablar de algo que he escuchado muchas veces, a varias personas, responsabilizando a Dios de las cosas "negativas" que pasan diciendo: "Es una prueba que Dios manda". Preguntémonos: Dios, ¿necesita probarnos? ¿Para qué?
Él nos conoce más que nosotros mismos; conoce nuestras virtudes y defectos; conoce nuestra debilidad. Si nos conoce tan profundamente, ¿qué necesita probar?
Pues, según Santiago, no es Dios que nos prueba, porque de Él procede todo bien y en Él no hay periodos de sombra. Según Santiago, las pruebas forman parte común de la vida, y provienen de nuestros propios deseos y debilidades.
Entonces... Dios no manda pruebas, sino que las permite. Esto no es sólo una diferencia de términos. Él no manda las cosas "negativas", las permite, porque respeta nuestra libertad y porque muchas veces son oportunidades para crecer en la fe. Por esto Santiago también felicita a la persona que soporta las pruebas con fe, porque se "aquilata", su vida cobra peso, valor. Esto Dios lo tiene muy presente, y lo reconocerá a su momento.
Por último, tengamos presente las palabras del salmista: "Cuando parece que voy a tropezar, tu amor me sostiene, Señor, aunque tenga mil preocupaciones, me alegran tus consuelos".
Por esto, en medio de las pruebas y dificultades permanezcamos firmes en la fe, sabiendo que el amor de Dios nos sostiene, y que este amor que consuela es más fuerte que todas las preocupaciones.
Pidamos al Señor que nos ayude a sentir su amor, y a María, que supo atravesar muchos momentos de pruebas, que sigamos creciendo para tener una fe como la suya.
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