Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

sábado, 2 de julio de 2016

Domingo XIV del tiempo ordinario, ciclo C.

1ª lectura: Isaías 66,10-14; Salmo 66(65),1-3.4-5.6-7.16.20; Gálatas 6,14-18; Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20. 

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y nos acepta tal como somos, y así como somos nos envía como sus misioneros.

En el episodio del evangelio que meditamos hoy, contemplamos a Jesús enviando a sus discípulos de misión. El número 72 nos podría estar indicando, junto a los 12 Apóstoles que no están incluidos, que toda la comunidad es protagonista de esta misión. Esta delegación va "precediendo al maestro", "preparando el camino". Es una observación que nos puede llevar a la reflexión. Nosotros preparamos el camino, pero el encuentro con Jesús es un regalo de Jesús que escapa a nuestra actividad. A continuación, Jesús les dice dos frases que les muestran parte de la realidad de esta misión: es una misión vasta, y los misioneros son pocos, por lo tanto hay que pedir al Dueño de la mies a que envíe más trabajadores; y los envía como corderos en medio de lobos, es una actividad que los expondrá al conflicto, al rechazo, y hasta al martirio.
Luego les hace indicaciones aparentemente "prácticas" pero que encierran varias enseñanzas: "No lleven dinero, ni alforja, ni calzado", no lleven nada que les dé una falsa seguridad, nuestra seguridad es la compañía de Dios, ésto nos hace crecer en la confianza en la Providencia; "no se detengan a saludar a nadie por el camino", la misión es urgente, no admite demoras, como ya nos lo había mostrado en los textos que meditamos en los domingos anteriores; luego hace indicaciones sobre la llegada y permanencia en las casas, llegan dando gratuitamente la paz, deben aceptar con humildad lo que el anfitrión les dé, y mostrar con gestos concretos que "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Si no son recibidos, sin mayor conflicto, a sacudirse el polvo de las sandalias y seguir el camino, porque Jesús no obliga a nadie a recibirlo.

Al regreso los setenta y dos están felices, por las maravillas que contemplaron, y Jesús los confirma en esa alegría, pero los ayuda a encontrar el verdadero motivo de alegría, que San Pablo nos define con esta hermosa frase de la carta a los Gálatas: "Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo". Es decir, existe la tentación de que el discípulo crea que las maravillas que realiza son obra de su poder, y así convertirse en soberbio. El discípulo es sólo un instrumento del amor de Dios; sólo el amor de Dios es el que obra tales maravillas a través de los discípulos. Por este motivo elegí esta frase como lema de mi ordenación diaconal y sacerdotal, porque existe la tentación de marearse con el reconocimiento de la gente, de que porque nos dicen "qué lindo lo que dijo", qué linda misa", qué bien me hizo hablar con usted", nos terminemos creyendo que esto se debe a nuestra genialidad personal, y no al Espíritu Santo que nos ayuda a actuar "en persona de Cristo", de olvidarnos que sólo somos su instrumento. Por eso, quiero vivir esto en mi vida: Dios me libre gloriarme de otra cosa que no sea su amor fiel hasta la Cruz, de ese amor que es el único que nos hace plenos.

A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a tomar conciencia de que también a nosotros Él nos envía a la misión, para anunciar al mundo su eterno amor; y a María, Madre de Misericordia, la mujer humilde por excelencia, que nos ayude a reconocer la obra del Espíritu Santo en nosotros, para que podamos gloriarnos solo en la Cruz de Jesucristo.

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