Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

sábado, 25 de mayo de 2019

Domingo VI de Pascua, ciclo C.

1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29; Salmo 67(66),2-3.5.6.8; Apocalipsis 21,10-14.22-23; Evangelio según San Juan 14,23-29.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que porque nos ama elige habitar en nosotros y traernos su paz.

Como digo muchas veces, ésto es algo tan grande, que es difícil comprenderlo en toda su profundidad. Jesús nos dice que, a pesar de nuestros defectos, Él viene a habitar en nosotros. No tenemos, entonces, ningún motivo racional para sentirnos solos, porque Él está siempre en nosotros; pero sabemos que asumirlo a nivel afectivo es un proceso mucho más largo. Pero esta frase obviamente aplica a nuestros hermanos, es decir, aunque algunas cosas de mis hermanos no me gusten, también en ellos habita Jesús, y por lo tanto deberíamos amarlos y respetarlos como lo hacemos con Jesús. Ciertamente que esto no es fácil, pero recordemos que Él nos sostiene con su amor, y es Él quien lo hace posible. Y este amor no es otro que el Espíritu Santo Paráclito, para cuya llegada en Pentecostés nos estamos preparando. Como dice Jesús, el Espíritu Santo nos ayuda a comprender su Palabra y a ponerla en práctica.

Por todo esto sabemos que Él nos da su paz, porque "Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rom 8,31). Si su amor nos sostiene, no temeremos aunque las preocupaciones nos cerquen. Porque la paz que nos deja no es ausencia de conflictos, sino paz que nos ayuda a atravesar los conflictos, confiados en que todo pasará, mas su amor por nosotros no pasará.

Con razón el salmo nos invita a cantar con alegría y dar gracias al Señor, por tanto bien que nos regala, sin que hagamos nada para merecerlo. Esta gratuidad de Dios no fue fácil de comprender para los primeros cristianos provenientes del judaísmo, para quienes aún era fuerte el pensamiento de querer agradar a Dios "haciendo cosas" que prescribía la ley de Moisés. Pero la voz del Espíritu Santo, presente en el discernimiento de la comunidad, corrigió el rumbo, y nos enseñó que no es lo que hagamos sino que "somos salvados por la gracia del Señor Jesús" (Hech 15,11).

A este Dios que nos regala su amor, le vamos a pedir que nos ayude a tomar real conciencia de su presencia en cada uno de nosotros; y a María, Madre de Misericordia, le vamos a pedir que nos ayude a ser misioneros de esa paz que Jesús nos regala, para tantos hermanos que viven en la desesperanza y desesperación.  

domingo, 19 de mayo de 2019

Domingo V de Pascua, ciclo C.

1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27; Salmo 145(144),8-9.10-11.12-13ab; Apocalipsis 21,1-5a; Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que nos ayuda a amar como Él nos ama.

Contemplamos un texto del evangelio de San Juan. Nos encontramos en el contexto de la Última Cena, donde Juan nos relata el episodio del lavatorio de los pies, con el que asocia a la Eucaristía con el servicio, el amor a Dios con el amor a los hermanos, y todo esto con la muerte y resurrección de Jesús.

El texto comienza con la partida de Judas. Siendo Jesús la Luz del mundo, Judas al apartarse de Él va a la noche, a la oscuridad. Comienza en este evangelio la "hora de la glorificación", comienza el ciclo de la Pasión de Jesús, y es el momento de la gloria porque, como dice San Ireneo de Lyon, "la gloria de Dios es que el hombre viva", y Jesús entrega su vida para salvar la nuestra.

En este contexto, en el que Jesús dirige su "discurso de despedida" a los discípulos, les encomienda el mandamiento nuevo. ¿En qué sentido es nuevo?, porque ya hemos encontrado esta formulación en un diálogo entre Jesús y un maestro de la ley, es decir, ya existía una conciencia de la importancia del mandamiento del amor. Es "nuevo", porque ya no depende solo de nuestras fuerzas. Me explico: La Ley, lo diez mandamientos, las normas de los judíos, parecen depender exclusivamente de la voluntad y decisión de la persona. En el caso del mandamiento nuevo, nos sostiene el amor de Dios. ¿Por qué digo esto? Porque en el textos original (griego) la palabra que se usa para decir "como" también significa "porque"; es decir, podríamos entender "ámense unos a otros como yo los he amado", o "ámense unos a otros porque yo los he amado". De todas formas lo que nos quiere trasmitir que podemos amar como Él ama, porque Él nos amó primero y nos llenó con su amor, y es sostenidos por ese amor que se nos hace posible amar a los demás. Si dependiera solo de nosotros sabemos lo difícil que sería, porque nos cuesta aceptar a los demás tal como son, con sus defectos y virtudes, etc. Sólo sostenidos por su amor es posible amar como Él ama.

Con razón el salmo nos invita a bendecir al Señor, porque "es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas". 

¿Por qué amar como nos pide Jesús? Porque sabemos que es el camino que Él nos regala hacia ese "cielo nuevo y una tierra nueva", donde "Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Hacia ese horizonte caminamos, y el camino es el amor.

A este Dios tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a seguir creciendo en la vivencia de este mandamiento del amor; y a María, Madre del Amor, le vamos a pedir que nos regale la capacidad de aceptar a nuestros hermanos tal como son, y amándolos, podamos llegar juntos un día a ese cielo nuevo y tierra nueva donde seremos plenamente felices.

domingo, 5 de mayo de 2019

Domingo III de Pascua, ciclo C.

1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 5,27b-32.40b-41; Salmo 30(29),2.4.5-6.11.12a.13b; Apocalipsis 5,11-14; Evangelio según San Juan 21,1-19.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y nos acepta, con nuestros defectos y virtudes, y así, tal como somos, nos llama a ser sus misioneros/as.

Al contemplar este hermoso fragmento del Evangelio de Juan, es éste el punto que creo unifica ambas partes del relato, es decir, la pesca milagrosa, y el diálogo a solas con Pedro.

El episodio se desarrolla donde todo comenzó para los discípulos, en el mar de Galilea, entre las tareas cotidianas, la pesca. Es interesante la lista de discípulos que nos da Juan. Son los que más conocemos, en sus defectos y virtudes: Pedro, "piedra" sobre la que Jesús funda su Iglesia, pero también piedra de tropiezo (por ej: cuando "rezonga" a Jesús por su iniciativa de ir a Jerusalén donde lo esperan las autoridades para matarlo), piedra también por lo duro que se le hace comprender algunas enseñanzas de Jesús; Juan y Santiago, a quienes Jesús apodó "hijos del trueno": podemos imaginar cómo sería el carácter de éstos para que Jesús les pusiera ese apodo, y de hecho el Evangelio nos muestra su agresividad cuando le preguntan a Jesús si podían hacer caer fuego del cielo para que consumiera a un pueblo que no los recibió, aún cuando venían escuchando durante tres años de Jesús que Dios es un Padre misericordioso que lo envió no para condenar al mundo, sino para salvarlo; Tomás, a quién recordamos por su incredulidad después de la Resurrección; Natanael, que cuando le dijeron que habían encontrado al Mesías, Jesús de Nazareth, respondió "¿de Nazareth puede salir algo bueno?" Es decir, Jesús no eligió una élite de puros y santos para que lo siguieran; eligió personas comunes y corrientes como nosotros, con defectos y virtudes, y con su ayuda y amor, llegaron a ser los santos Apóstoles que conocemos. De todas formas quiero destacar la actitud de ellos de no romper la comunidad. Aunque es "de noche", aunque no ven nada, aunque están llenos de incertidumbre y confusión, se mantienen unidos. Y aparece Jesús en la orilla.

Este es un detalle hermoso del evangelista. Los discípulos están de noche, en la oscuridad. La sola presencia de Jesús, Luz del mundo, es un amanecer para ellos.

Luego sucede la pesca milagrosa, tal como aquella primera vez. Por los gestos y palabras, el discípulo amado reconoce a su Maestro, y lo anuncia a Pedro: "Es el Señor". Es otro hermoso detalle. Cuántas personas en nuestra vida nos han mostrado el paso de Dios, ayudándonos a darnos cuenta de que "Es el Señor"; y qué lindo si pudiésemos ser esa persona para los demás, si pudiésemos ayudar a los demás a acercarse a Jesús.

Nuestro querido Pedro, una vez más "se tira al agua", pero esta vez decidido y sin miedo, impulsado por el enorme deseo de encontrarse con su Señor, Aquél al que él había negado conocerlo. Por eso, después de comer juntos, Jesús invita a charlar aparte a Pedro, y le ofrece a través de un triple cuestionamiento, sanar su triple negación. En el texto original (escrito en griego) nos damos cuenta de cómo en este cuestionario Jesús va bajando el grado del amor hasta llegar al que Pedro puede reconocer como suyo. Es hermoso ver cómo la respuesta de Pedro está lejos de aquel fervor de "te seguiré adonde vayas" o "yo daré mi vida por Ti". Apenas puede contestar un tímido "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero", pero es ésta, la respuesta más auténtica de un Pedro que reconoce su debilidad, y que sin la ayuda de Jesús no puede llegar lejos. Más hermoso es que a este Pedro, el que lo negó tres veces, el que reconoce su debilidad y le responde tímidamente, a este Pedro Jesús lo llama igual que la primera vez: "sígueme".

Este hermoso texto es una invitación para tomar conciencia de que Dios nos ama y nos acepta tal como somos, y así, con nuestros defectos y virtudes nos llama a seguirlo.

A este Dios tan bueno, vamos a pedirle tomar conciencia de esto, y a María, Madre de Misericordia, vamos a pedirle que nos ayude a ser como el discípulo amado, que ayude a otras personas a descubrir en sus vidas "es el Señor".