Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Jesucristo, Rey del Universo, ciclo A.

1ª lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17.; Salmo 23(22),1-2a.2b-3.5.6; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 15,20-26.28; Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que eligió identificarse con  nuestros hermanos y hermanas, para poder amarlo y servirlo en ellos.


Celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, dando cierre a nuestro año litúrgico. La próxima semana estaremos comenzando el Adviento.
Jesús es el Rey del Universo, pero no es como los reyes a los que estamos acostumbrados . Es un "Rey-Pastor", como escuchábamos tanto en la lectura de Ezequiel como en el salmo: un Rey-Pastor que nos conoce a cada uno/a por nuestro nombre; que nos busca cuando no; alejamos; nos protege; nos sana; nos apacienta con justicia; nos acompaña en medio de las dificultades y repara nuestras fuerzas.

Jesús es un Rey distinto. A lo largo de este año litúrgico lo vimos acercarse a los más desamparados, enfrentarse a las autoridades, enseñar con paciencia a sus discípulos y lo vimos llorar, por lo menos cuatro veces; es un Rey que comparte en todo nuestra condición menos en el pecado.

Es un Rey distinto. En el Evangelio escuchamos como eligió identificarse con nuestros/as hermanos/as, y así, el Rey del Universo, eligió necesitar que le demos de comer, de beber, de vestir, y espera nuestra visita en los enfermos y encarcelados.

Es un Rey distinto. Su Gran Triunfo es un gran fracaso a los ojos de los demás. Su Gran Triunfo es la Cruz, porque en ella demuestra que el Amor de Dios triunfa sobre el mal, el odio y la muerte.

Es un Rey distinto, que gracias al Bautismo nos deja formar parte de su Cuerpo, y que elige hacerse Pan para que nos alimentemos de Él.

A este Rey tan distinto y tan bueno, vamos a pedirle que gobierne siempre en nuestras vidas; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, la Reina de Cielo y Tierra, que nos ayude a amarlo y servirlo cada vez más en nuestros/as hermanos/as.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Domingo XXXIII durante el año, ciclo A.

1ª lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31; Salmo 128(127),1-2.3.4-5; Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 5,1-6; Evangelio según San Mateo 25,14-30.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es fiel, y nos invita a participar de su gozo. 

Estamos terminando el año litúrgico. En un par de semanas comenzaremos el adviento, y los textos que leemos toman un matiz escatológico, es decir, nos ayudan a elevar la mirada hacia el final de los tiempos, y por eso, San Pablo nos exhorta a ser fieles, a mantenernos firmes en la fe, como si la Segunda Venida del Señor fuese inminente. Es una invitación a no dejar que la rutina enfríe nuestra fe, y a no negociar con el mal espíritu y la oscuridad haciendo, como dice San Pablo, obras de las tinieblas. Somos hijos de la Luz.

Somos hijos de la Luz. ¡Qué lindo es meditar esta frase!, sobre todo, cuando tan a menudo utilizamos otras frases con la expresión "hijos de...", tanto para insultar, así como para dialogar informalmente. Cuántas veces nos dicen frases que atentan contra nuestra dignidad: "sos un inútil", "no servís para nada", "sos un amargado", etc.; todo esto es mentira: nuestra verdadera identidad es que somos hijos de la Luz. Y si no, recuerden cuando en el bautismo nuestro padrino encendió su vela en el Cirio Pascual, para indicar que por el bautismo recibimos la Vida y Luz de Jesús. Somos hijos de la Luz.

No hemos hecho nada para merecer esto; es un regalo gratuito de Dios, pero también es una tarea. Esto es lo que nos enseña Jesús con la parábola de los talentos. Nuestros talentos no son de nuestra propiedad, son sus bienes que nos son confiados gratuitamente, pero no para retenerlos egoístamente, no para encerrarlos y enterrarlos para nuestro provecho. Son dones que nos confió para servir a nuestros/as hermanos/as, para ser felices, haciendo a los demás felices en plena unión con Dios y los hermanos.

A este Dios que nos ama tanto, vamos a pedirle que nos ayude a ser generosos, poniendo los talentos que nos regaló al servicio de los demás; y a María, Madre de la Luz, que nos ayude a ser fieles, viviendo de acuerdo a lo que somos: hijos de la Luz.