Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Primeras 100 razones para decir ¡Qué bueno es Dios!

Nos acercamos al final de este año, y como no podré volver a publicar hasta enero, comparto con ustedes esta nube de palabras, con las cerca de cien razones que he publicao hasta el momento.
Que en esta Navidad puedan descubrir muchas otras razones para decir ¡Qué bueno es Dios!


domingo, 6 de diciembre de 2015

Domingo II de adviento, ciclo C.

1ª lectura: Baruc 5,1-9; Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6; Filipenses 1,4-6.8-11; Evangelio según San Lucas 3,1-6.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que hace maravillas por nosotros.

Seguimos avanzando en este tiempo de Adviento, tiempo de espera y preparación a la llegada del Señor en Navidad. Por eso, hoy escuchamos en el Evangelio la voz de Juan Bautista, esa voz que, como dijo el profeta Isaías, "grita en el desierto": "Preparen el camino del Señor".

Juan predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Hoy Juan nos dice a nosotros "Preparen el camino del Señor", preparen el corazón, saquen de él todo aquello que los aleja de Dios y los hermanos, abandonen los caminos del egoísmo, individualismo, consumismo que llevan a la frustración, y opten por el Camino Verdadero que lleva a la Vida, a la felicidad plena en Jesús. Entonces "todos verán la salvación de Dios".

Por eso, el profeta Baruc nos invita a sacarnos el traje de la angustia y la preocupación, y vestirnos de la confianza en el Dios fiel a las promesas que nos hizo. Nos invita a levantar la cabeza y la mirada hacia el horizonte: el horizonte de la Promesa de nuestro Salvador; a recordar las maravillas que hizo por nosotros, y a llenarnos de alegría con ellas. 

San Pablo nos invita a confiar en que Aquél que inició en nosotros la obra buena, la va a llevar a su pleno cumplimiento.
Con sus palabras le pedimos a Dios que nos ayude a crecer en el conocimiento de su amor, para discernir lo que es mejor, y así ser encontrados irreprochables el día que Cristo; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que por excelencia supo contemplar y proclamar las maravillas que Dios hace por su pueblo, nos ayude a descubrir su presencia amorosa, y las maravillas que obra en nosotros cada día, para que con ella digamos: "proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque hizo en mí maravillas".