1ª lectura: Libro de Isaías 22,19-23; Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.6.8bc; 2ª lectura: Romanos 11,33-36; Evangelio según San Mateo 16,13-20.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que al revelar su identidad, nos hace descubrir nuestra identidad más profunda.
Esto es lo que le pasa a Pedro luego de contestar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Él recibe la revelación de su vocación más profunda: la de ser el servidor de todos siendo pilar de la Iglesia. Y ¡qué bueno que es Dios!, que nos ama, y porque nos ama nos llama aceptándonos tal como somos, porque este Pedro es el mismo capaz de rezongar a su Maestro y decirle qué es lo que tiene que hacer, y el mismo que lo negó tres veces. Este mismo Pedro, con sus defectos y virtudes es llamado tal como es, a ser pilar de la Iglesia. Y lo mismo nos pasa a nosotros...
Muchas veces recibimos de nuestro entorno caricaturas de nuestra persona, es decir, se nos hace creer que lo que importa es seguir la moda, convertirnos en una máquina de producción y consumo, y a veces, de nuestra propia familia recibimos descalificativos que dañan nuestra autoestima. Muchas veces sentimos que no somos importantes, que no tenemos nada que aportar, que somos "un número". Sin embargo, como he dicho otras veces, no es ésa nuestra identidad más verdadera. Ésta se descubre cuando tomamos conciencia de que Dios es un Padre Bueno que nos ama y sueña con nuestra felicidad en comunión con él y nuestros/as hermanos/as; cuando tomamos conciencia de esto, descubrimos que nuestra identidad más profunda es la de seres profundamente amados por Dios, valiosos a sus ojos, llamados a la existencia por amor y para amar como Él, amados y aceptados tal como somos.
Por este motivo, el salmista nos invita a dar gracias al Señor porque es bueno; porque nos ama infinitamente; porque es fiel, nunca nos abandona; porque lo que nos regala supera lo que esperamos; porque responde cada vez que lo invocamos; y fortalece nuestras almas, sosteniéndonos en medio de las dificultades.
Pero, además, quiero compartir un testimonio de lo que ha sido una constante en mí vocación, y es esta frase de San Pablo a los Romanos: "los caminos del Señor son inescrutables". Cuando terminé la secundaria pensé en ser cualquier cosa menos docente: sin embargo, descubrir mi vocación de maestro cambio mi vida y fortaleció mi vocación al sacerdocio; cuando me recibí de maestro, sentí no estar preparado para trabajar en un contexto económicamente desfavorecido: pero mi primera propuesta de trabajo fue de un colegio en el barrio más pobre de Montevideo, y esa experiencia me hizo crecer mucho como persona, y aprendí a ser maestro, llegándome a sentir pleno; al ingresar al seminario, pensé que nunca podría trabajar en pastoral vocacional, esto es, ayudar a otros jóvenes a descubrir su vocación, porque yo no "entusiasmaba" a nadie: sin embargo, me convocaron a colaborar con esta pastoral, siendo mi mejor experiencia dentro del seminario, y me ayudó a entusiasmarme con mi propia vocación; pensé que no servía para trabajar con jóvenes: en mi segunda parroquia de pastoral tuve que animar un grupo de confirmación, siendo una experiencia preciosa de la que conservo grandes amistades; también dije que, como maestro, sirvo para trabajar con niños, no con adolescentes: en mi primer destino como ordenado se me encomienda trabajar en un liceo, siendo una experiencia que estoy disfrutando mucho y que me está regalando mucho aprendizaje. Todo esto no para hablar de mí, sino para subrayar lo que el mismo San Pablo dice en otro momento: "Dios dispone de todo para el bien de los que lo aman"; porque como ya dije en otro momento, para quien tiene fe, no hay experiencias negativas, en el sentido de que cada crisis, de la mano de Jesús, es una oportunidad para crecer en la fe.
A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a tomar conciencia de nuestra identidad más profunda: la de seres profundamente amados por Él; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que supo perseverar firme en la fe, aún en los momentos más difíciles, que nos ayude a imitarla, permaneciendo también nosotros firmes en la fe aún en medio de dificultades, y en la conciencia de que, como dice el salmista, "el amor de Dios es eterno".
Esto es lo que le pasa a Pedro luego de contestar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Él recibe la revelación de su vocación más profunda: la de ser el servidor de todos siendo pilar de la Iglesia. Y ¡qué bueno que es Dios!, que nos ama, y porque nos ama nos llama aceptándonos tal como somos, porque este Pedro es el mismo capaz de rezongar a su Maestro y decirle qué es lo que tiene que hacer, y el mismo que lo negó tres veces. Este mismo Pedro, con sus defectos y virtudes es llamado tal como es, a ser pilar de la Iglesia. Y lo mismo nos pasa a nosotros...
Muchas veces recibimos de nuestro entorno caricaturas de nuestra persona, es decir, se nos hace creer que lo que importa es seguir la moda, convertirnos en una máquina de producción y consumo, y a veces, de nuestra propia familia recibimos descalificativos que dañan nuestra autoestima. Muchas veces sentimos que no somos importantes, que no tenemos nada que aportar, que somos "un número". Sin embargo, como he dicho otras veces, no es ésa nuestra identidad más verdadera. Ésta se descubre cuando tomamos conciencia de que Dios es un Padre Bueno que nos ama y sueña con nuestra felicidad en comunión con él y nuestros/as hermanos/as; cuando tomamos conciencia de esto, descubrimos que nuestra identidad más profunda es la de seres profundamente amados por Dios, valiosos a sus ojos, llamados a la existencia por amor y para amar como Él, amados y aceptados tal como somos.
Por este motivo, el salmista nos invita a dar gracias al Señor porque es bueno; porque nos ama infinitamente; porque es fiel, nunca nos abandona; porque lo que nos regala supera lo que esperamos; porque responde cada vez que lo invocamos; y fortalece nuestras almas, sosteniéndonos en medio de las dificultades.
Pero, además, quiero compartir un testimonio de lo que ha sido una constante en mí vocación, y es esta frase de San Pablo a los Romanos: "los caminos del Señor son inescrutables". Cuando terminé la secundaria pensé en ser cualquier cosa menos docente: sin embargo, descubrir mi vocación de maestro cambio mi vida y fortaleció mi vocación al sacerdocio; cuando me recibí de maestro, sentí no estar preparado para trabajar en un contexto económicamente desfavorecido: pero mi primera propuesta de trabajo fue de un colegio en el barrio más pobre de Montevideo, y esa experiencia me hizo crecer mucho como persona, y aprendí a ser maestro, llegándome a sentir pleno; al ingresar al seminario, pensé que nunca podría trabajar en pastoral vocacional, esto es, ayudar a otros jóvenes a descubrir su vocación, porque yo no "entusiasmaba" a nadie: sin embargo, me convocaron a colaborar con esta pastoral, siendo mi mejor experiencia dentro del seminario, y me ayudó a entusiasmarme con mi propia vocación; pensé que no servía para trabajar con jóvenes: en mi segunda parroquia de pastoral tuve que animar un grupo de confirmación, siendo una experiencia preciosa de la que conservo grandes amistades; también dije que, como maestro, sirvo para trabajar con niños, no con adolescentes: en mi primer destino como ordenado se me encomienda trabajar en un liceo, siendo una experiencia que estoy disfrutando mucho y que me está regalando mucho aprendizaje. Todo esto no para hablar de mí, sino para subrayar lo que el mismo San Pablo dice en otro momento: "Dios dispone de todo para el bien de los que lo aman"; porque como ya dije en otro momento, para quien tiene fe, no hay experiencias negativas, en el sentido de que cada crisis, de la mano de Jesús, es una oportunidad para crecer en la fe.
A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a tomar conciencia de nuestra identidad más profunda: la de seres profundamente amados por Él; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que supo perseverar firme en la fe, aún en los momentos más difíciles, que nos ayude a imitarla, permaneciendo también nosotros firmes en la fe aún en medio de dificultades, y en la conciencia de que, como dice el salmista, "el amor de Dios es eterno".
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