Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 24 de marzo de 2019

Domingo III de cuaresma, ciclo C

1ª lectura: Éxodo 3,1-8a.13-15; Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.11; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 10,1-6.10-12; Evangelio según San Lucas 13,1-9.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es misericordioso y nos tiene una paciencia infinita.

Seguimos avanzando en este Tiempo de Cuaresma, y el texto de hoy nos invita a meditar sobre la paciencia y misericordia que Dios nos tiene.

La mentalidad de los judíos de la época de Jesús era muy concreta, y consideraba que cada uno tenía la vida que merecía; por lo tanto, a los que le iba bien eran bendecidos por Dios, y a los que le iba mal era debido a su pecado o el de sus padres. Es un razonamiento simplista, completamente falso, como lo demuestra la experiencia cotidiana, o como ya lo había hecho la Sagrada Escritura en el libro de Job, tratando el sufrimiento del inocente. Pero no nos escandalicemos de aquellos judíos, porque aún hoy mucha gente, y mucha cristiana, sigue sosteniendo esto, y cuando algún hecho negativo nos sorprende, muchas veces es nuestra primera reacción "algo habrá hecho", "se lo merecía", etc. Insisto en que la realidad nos muestra día a día la falsedad de este razonamiento, cuando vemos tantos inocentes sufrir y tantos culpables teniendo éxito; y ésto sin que Dios tenga responsabilidad, ya que , Él respeta nuestra libertad, y permite que estas cosas ocurran.

Zanjada esta cuestión, Jesús nos invita a reflexionar sobre la misericordia de Dios. Él es un Padre bueno, que espera hasta el último momento nuestra conversión, y aunque caemos, una y otra vez, nos regala una nueva oportunidad. Sin embargo, como he dicho muchas veces, esto no es una "vía libre" al pecado, es decir, es falso pensar "pequemos, igual Dios nos perdona". San Pablo una y otra vez nos exhorta, como hoy: " no nos dejemos arrastrar por los malos deseos... No nos rebelemos contra Dios"... "somos hijos de la Luz", comportémonos como tales.

Una vez más, estamos llamados especialmente a ser misioneros de la misericordia. Recibimos este llamado como lo recibió Moisés. Dios ha visto la opresión de nuestro pueblo, y nos pide anunciarles su amor y misericordia, la única que nos libera y salva. Porque, como dice el salmo: "El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos;... El Señor es bondadoso y compasivo,  lento para enojarse y de gran misericordia; Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por nosotros".

A este Dios que es tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a comprender su amor y misericordia por nosotros, y a ser misericordiosos como lo es Él; y a María, Madre de Misericordia, que nos ayude a ser como ella, misioneros de este amor para tantos hermanos que aún no lo conocen.

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