1ª lectura: Génesis 2,18-24; Salmo 128(127),1-2.3.4-5.6; Hebreos 2,9-11; Evangelio según San Marcos 10,2-16.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios! que, como dice la carta a los Hebreos, eligió hacerse nuestro hermano.
Este concepto es impactante; no sé si tenemos real conciencia de lo que esto significa: que el Señor omnipotente, Creador del cielo y la tierra nos llama sus hermanos. Y sabemos que esto no es solo una frase bonita. En Jesús, eligió compartir en todo nuestra condición, menos en el pecado; en Jesús se hizo realmente nuestro hermano. Y esto es plenamente coherente con su "pedagogía", con la manera en que se nos ha manifestado a lo largo de toda la historia: siempre eligió manifestarse en lo pequeño, en lo débil, en lo pobre. Por esto Jesús les enseña a sus discípulos que a quienes son como niños les pertenece el Reino de los cielos; pero debemos entenderlo bien: Jesús no nos llama al infantilismo, sino a confiarnos por entero en Dios como los niños se entregan confiados en brazos de sus padres (Santa Teresita).
Las lecturas de hoy, además nos invitan a reflexionar en el matrimonio como vocación. Recordemos que Dios nos llamó a la existencia por amor, para amar y ser felices, en plena comunión con Él y nuestros hermanos. Ésta es la vocación universal, que todos los seres humanos compartimos. Pero como cada uno de nosotros es un misterio inabarcable, con nuestros defectos, virtudes y características personales, esta vocación universal se hace personal en cada uno de nosotros, y se concreta en opciones definitivas de vida, algunos consagrándose a Dios en el Orden Sagrado y la Vocación religiosa, y otros consagrándose a Dios en el amor del matrimonio. Estamos diciendo que el matrimonio es "tan" vocación como el Orden Sagrado y la Profesión Religiosa. El matrimonio es el llamado de Dios a dos personas a ser sacramento de su amor, es decir, a dar testimonio con su vida del amor fiel de Dios por su Pueblo. Es por este motivo que el matrimonio católico es indisoluble, porque indisoluble es el amor de Dios por nosotros. Ésa es la vocación, que espera una respuesta libre de la persona, y es aquí donde aparecen las rupturas. Si sacerdotes y religiosas tienen muchos años de formación, si hacen psicodiagnósticos, y muchos también terapia, lo mismo deberían hacer los novios. Sé que esto es algo ideal, y es limítrofe con lo imposible, pero por lo menos desearía que los novios realmente se conocieran, que hayan atravesado alguna dificultad juntos, etc. La vocación es para siempre; es nuestra respuesta la que falla. De aquí vienen la separación, el divorcio y todos los sufrimientos que éstos producen. por eso, debemos rezar mucho y acompañar a los matrimonios que conozcamos, porque su respuesta fiel es tan importante como la del sacerdote o el/la religioso/a.
Por último, es bueno recordar los gestos de Jesús con los niños, y como la liturgia es actualización, HOY Jesús nos abraza y nos bendice.
A este Dios que es tan bueno, le vamos a pedir que ayude a quienes no han descubierto aún su vocación para que tengan la valentía de responder a su llamada, y que a quienes ya hemos respondido nos ayude a permanecer fieles; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, Madre y Modelo de toda vocación, que nos regale ser humildes como ella, para que, haciéndonos como niños, nos encontremos un día juntos en la fiesta del Cielo, allí donde no habrá más llanto ni dolor porque todo lo de antes pasó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario