Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

viernes, 30 de marzo de 2018

Viernes Santo.

1ª lectura: Isaías 52,13-15.53,1-12; Salmo 31(30),2.6.12-13.15-16.17.25; 2ª lectura: Hebreos 4,14-16.5,7-9; Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42. 

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que en Jesús asumió toda nuestra humanidad, hasta nuestros rincones más oscuros, y por su fidelidad hasta la muerte de cruz, nos salvó y reconcilió todas las cosas con Dios. ¡Qué bueno es Dios! que se hace solidario con nuestro dolor, nuestros sufrimientos y nuestras heridas.Creo que éstos son dos de los grandes mensajes que celebramos este día.

Obra del Pbro. Ricardo Ramos.
El relato de la Pasión según San Juan nos propone contemplar el escándalo del juicio y condena de Jesús. El Evangelista San Juan, un verdadero genio de la Escritura, nos muestra con ironía esta escena donde los romanos visten a Jesús como rey para burlarse de Él, sin saber que en realidad se están burlando del Rey del Universo, Aquél por Quién ellos mismos fueron creados, Aquél a quien deben su existencia. Lo mismo vale para las autoridades judías, que con la excusa de defender la ley de Moisés, condenan a muerte al Nuevo y Verdadero Moisés, al Verdadero Liberador, al que está por encima de toda ley. Es realmente escandaloso para nosotros que lo vemos tan claro; obviamente no lo era para ellos.

Por eso, es aún más admirable la humildad de Jesús, y su obediencia a la Voluntad del Padre, que consistía en ser fiel al Proyecto de Amor del Padre hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Hoy, por su fidelidad e infinito amor nos salvó. Este día es el centro de la historia.

Pero dijimos que en esta semana santa acompañaríamos a la comunidad de los discípulos, porque su camino es el camino de nuestra comunidad. Pues bien, para la comunidad de discípulos hoy es el día de la crisis absoluta, la crisis de la fe, del sentido, del desconcierto. Este Jesús al que seguían no resultó ser lo que ellos esperaban, un ser superpoderoso que los libraría de la opresión extranjera y solucionaría todos los males del mundo (convengamos que si su sueño se hubiese cumplido, Jesús habría anulado nuestra libertad, no se hubiese hecho uno de nosotros y no nos habría salvado). Los discípulos aún no habían entendido con profundidad todas las enseñanzas de su Maestro. También nosotros como comunidad muchas veces no entendemos las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia, muchas veces nos equivocamos y herimos al hermano, muchas veces tenemos dudas y crisis de fe, que nos llevan a decir ¿dónde está Dios? La Cruz es la crisis por excelencia. Es el acontecimiento más absurdo de la historia: no tiene sentido, matamos al que más nos ama; pero Jesús por su infinito amor y por su resurrección lleno este acontecimiento de sentido, y convirtió un supuesto fracaso en la victoria más arrolladora de la historia por la cual todos fuimos salvados. Gracias a la Cruz, todas nuestras crisis pueden tener un nuevo sentido. Jesús llena de sentido nuestra vida. Si cargamos solos con nuestras crisis, seguramente seremos aplastados por ellas. Si las ponemos en la Cruz, Jesús nos dará la fuerza que nos resucita y levanta de las crisis, y así, cada crisis se convierten, no en un evento negativo, sino en una oportunidad de crecer en la fe y acercarse más a Jesús.

Por esto, en cada crisis, cuando nos preguntemos ¿dónde está Dios?, los invito a mirar la Cruz: Él está ahí, solidarizándose con nuestro dolor, nuestras heridas son sus heridas, pero Él tiene el poder de resucitarlas. 

Y recordemos que en cada sacramento actualizamos ese inmenso gesto de amor de Jesús en la Cruz. En cada sacramento nos encontramos con su amor que nos sana y libera.

Y si decimos que Jesús nos salvó para vivir en comunidad, podemos decir también que la comunidad sana es la que sabe perseverar junto a la Cruz, aunque seamos pocos, aunque seamos los mismos de siempre, porque no es comunidad la que se reúne sólo cuando hay fiesta, sino aquélla que comparte la vida de cada día, con sus alegrías pero también con sus tristezas.

Pidámosle a Jesús que nos ayude a tomar conciencia de que Él nunca nos abandona, que nos ayude a tomar conciencia de su amor que persevera en Cruz, amor perfecto; y a María, nuestra Madre que supo llorar tanto viendo a su Hijo en la Cruz, pero firme en la esperanza en un Dios que nunca falta ni falla, que nos ayude a comprender junto a la Cruz, que Jesús nos salvó para vivir en comunidad. 

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