Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Domingo II de Adviento, ciclo A.

1ª lectura: Is 11,1-10; Sal 72(71),1-2.7-8.12-13.17; 2ª lectura: Romanos 15,4-9; Evangelio: Mateo 3,1-12.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es fiel a su Palabra y cumple su Promesa, trayéndonos la paz y la reconciliación.

¿Qué Promesa? Permítanme que lo repita una vez más. El proyecto de Dios fue crearnos por amor, para amar y ser felices, en plena unión con Él y nuestros hermanos. Pero nuestros primeros antepasados rompieron la relación con Dios, hecho que conocemos con el nombre de Pecado Original, provocando que nuestra naturaleza humana quedase herida y no pudiese acceder a la felicidad. Pero inmediatamente, Dios prometió un Salvador que reconciliaría todas las cosas consigo. Desde ese momento comenzó el tiempo de la espera, marcado por la fidelidad de Dios, y la fragilidad e infidelidad del ser humano. Esta Promesa se cumplió en Jesús, a cuya venida en Navidad nos estamos preparando en este Adviento.

La profecía de Isaías que leemos hoy, es una expresión de esta Promesa. El Mesías viene a traer paz y armonía, viene a integrar y reconciliar opuestos, y a establecer un reinado de justicia, pero no como la nuestra que se basa en lo superficial, en las evidencias, sino que comprende y conoce el corazón de la persona. 

El domingo pasado las lecturas nos invitaban a estar estar en vela y orar. Hoy nos invitan a preparar el camino y el corazón a la llegada del Señor.

Preparemos el camino. San Pablo nos da una serie de recomendaciones que nos ayudan a crecer en la relación con los demás, y en especial a crecer como comunidad: tener los mismos sentimientos unos hacia otros; ser mutuamente acogedores; a ejemplo de Jesús, para que tengamos "un solo corazón y una sola voz", característica fundamental de las primeras comunidades cristianas. También nos ayuda a ver cómo la Palabra de Dios nos da constancia y consuelo de manera que mantengamos la esperanza.

Es ésto, lo que hacía San Juan Bautista, predicando un bautismo para el perdón de los pecados y el cambio de vida, para que el pueblo se hallase en paz con Dios. Pero a este bautismo le faltaba algo fundamental. En este bautismo sólo se perdonaban los pecados, y permanecer en ese estado de pureza dependía en exclusivo de las personas, y... conocemos cuán débil es el ser humano.

Juan anunciaba la llegada de Aquél que bautizará con Espíritu Santo, no sólo para el perdón de los pecados, sino para que su Espíritu habite en nosotros y  nos ayude a permanecer fieles.

Estén prevenidos... preparen el camino... está cerca nuestra salvación.

A este Dios bueno y fiel, vamos a pedirle que nos regale su gracia para prepararnos y permanecer fieles a su voluntad; y a María, nuestra Madre Inmaculada, que nos cuide con su ternura para que sepamos evitar las tentaciones, y así, la Navidad nos encuentre en paz con Dios.

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