1ª lectura: Job 38,1.8-11; Salmo 107(106),23-24.25-26.28-29.30-31; Carta II de San Pablo a los Corintios 5,14-17; Evangelio según San Marcos 4,35-41.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que calma nuestras tempestades y nos ayuda a crecer en la fe.
El evangelio de hoy nos permite reflexionar sobre las crisis.
Contemplamos la escena de os discípulos en el barco, en medio de la noche y de la tormenta. Las olas sacuden la nave y la llena de agua. Jesús aparece dormido, un hermoso detalle para recordar cómo Él es uno de nosotros igual en todo menos en el pecado. Los discípulos entran en crisis y gritan a Jesús: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?" Jesús trae la calma y os invita a crecer en la fe. En ellos se cumple la palabra del salmista: "en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar". Pero lo central en este texto no es solo el dominio que Jesús ejerce sobre la naturaleza, de ser así no tendría vinculación con nuestra vida. Hay una enseñanza más importante...
Es interesante que los discípulos solo crecen en la fe a través de las crisis, porque creer en Jesús a la luz del día viéndolo hacer milagros, curar enfermos, resucitar muertos, multiplicar los panes, es fácil; pero creer en Jesús en el medio de la noche, en alta mar, en el medio de una tormenta, cuando parece que nos ahogamos y Él no "actúa", eso sí es un desafío; es la invitación a dar el "salto de la fe", como dice San Pablo, a "esperar contra toda esperanza". Al igual que a Job, de alguna manera, la tormenta y la crisis les habló a los discípulos de Dios.
Un teólogo, Segundo Galilea, enseña que las crisis son nuevos llamados de Dios a responder de una manera más auténtica, al igual que Pedro, quien parecía no poder contener su fervor, diciéndole "te seguiré a dónde vayas"; "daré mi vida por Ti", "aunque los demás te abandonen yo no te abandonaré", y que tuvo su gran crisis en la Pasión negando a Jesús tres veces. Luego de la resurrección Jesús le hace tres preguntas: "¿me amas más que éstos?", "¿me amas?", "¿me quieres?", y Pedro solo atina a decir: "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero". Esta respuesta es mucho menos fervorosa que aquella del comienzo, pero mucho más auténtica. Luego de la Pasión Pedro tomó conciencia de su debilidad, y sabe que puede volver a fallar. Sin embargo, la respuesta de Jesús no cambia: "sígueme". Sí, a este Pedro que lo negó, que es débil, que está saliendo de la crisis de su vida, lo vuelve a llamar, con el mismo amor que al principio, demostrándonos una vez más que Él nos ama y nos acepta tal como somos.
También nosotros atravesamos crisis, porque la fe no es ausencia de ellas ni de conflictos. Muchas veces parece que Jesús "duerme" mientras estamos a punto de "ahogarnos". Tantas veces nos hacemos imágenes falsas de Dios, y es sano que estas imágenes entren en crisis, para acercarnos cada vez más al único Dios verdadero. En estos momentos es bueno recordar las palabras de San Pablo: "te basta mi Gracia, que mi fuerza se muestra perfecta en tu debilidad" y que "todo lo puedo en Aquél que me fortalece". También es bueno recordar a Santa Teresa que dice: "todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza... solo Dios basta". La crisis también pasa; el amor de Dios permanece.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que calma nuestras tempestades y nos ayuda a crecer en la fe.
El evangelio de hoy nos permite reflexionar sobre las crisis.
Contemplamos la escena de os discípulos en el barco, en medio de la noche y de la tormenta. Las olas sacuden la nave y la llena de agua. Jesús aparece dormido, un hermoso detalle para recordar cómo Él es uno de nosotros igual en todo menos en el pecado. Los discípulos entran en crisis y gritan a Jesús: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?" Jesús trae la calma y os invita a crecer en la fe. En ellos se cumple la palabra del salmista: "en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar". Pero lo central en este texto no es solo el dominio que Jesús ejerce sobre la naturaleza, de ser así no tendría vinculación con nuestra vida. Hay una enseñanza más importante...
Es interesante que los discípulos solo crecen en la fe a través de las crisis, porque creer en Jesús a la luz del día viéndolo hacer milagros, curar enfermos, resucitar muertos, multiplicar los panes, es fácil; pero creer en Jesús en el medio de la noche, en alta mar, en el medio de una tormenta, cuando parece que nos ahogamos y Él no "actúa", eso sí es un desafío; es la invitación a dar el "salto de la fe", como dice San Pablo, a "esperar contra toda esperanza". Al igual que a Job, de alguna manera, la tormenta y la crisis les habló a los discípulos de Dios.
Un teólogo, Segundo Galilea, enseña que las crisis son nuevos llamados de Dios a responder de una manera más auténtica, al igual que Pedro, quien parecía no poder contener su fervor, diciéndole "te seguiré a dónde vayas"; "daré mi vida por Ti", "aunque los demás te abandonen yo no te abandonaré", y que tuvo su gran crisis en la Pasión negando a Jesús tres veces. Luego de la resurrección Jesús le hace tres preguntas: "¿me amas más que éstos?", "¿me amas?", "¿me quieres?", y Pedro solo atina a decir: "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero". Esta respuesta es mucho menos fervorosa que aquella del comienzo, pero mucho más auténtica. Luego de la Pasión Pedro tomó conciencia de su debilidad, y sabe que puede volver a fallar. Sin embargo, la respuesta de Jesús no cambia: "sígueme". Sí, a este Pedro que lo negó, que es débil, que está saliendo de la crisis de su vida, lo vuelve a llamar, con el mismo amor que al principio, demostrándonos una vez más que Él nos ama y nos acepta tal como somos.
También nosotros atravesamos crisis, porque la fe no es ausencia de ellas ni de conflictos. Muchas veces parece que Jesús "duerme" mientras estamos a punto de "ahogarnos". Tantas veces nos hacemos imágenes falsas de Dios, y es sano que estas imágenes entren en crisis, para acercarnos cada vez más al único Dios verdadero. En estos momentos es bueno recordar las palabras de San Pablo: "te basta mi Gracia, que mi fuerza se muestra perfecta en tu debilidad" y que "todo lo puedo en Aquél que me fortalece". También es bueno recordar a Santa Teresa que dice: "todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza... solo Dios basta". La crisis también pasa; el amor de Dios permanece.
Si en medio de la crisis nos mantenemos firmes en la fe, también se cumplirá en nosotros las palabras del salmista: "en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones... entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado. Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres".
A este Dios que es tan bueno le vamos a pedir que siga calmando nuestras tempestades, y nos regale fuerza para atravesar las crisis; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que por excelencia permaneció firme en la fe, aún en los momentos más difíciles, le vamos a pedir que nos ayude a crecer en la fe, para que podamos llegar "al puerto deseado", ser plenamente felices en comunión con Dios y nuestros hermanos.
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