1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 10,25-26.34-35.44-48; Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4; Epístola I de San Juan 4,7-10; Evangelio según San Juan 15,9-17.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y nos acepta tal como somos, y así, nos llama y nos envía a dar mucho fruto.
Leemos hoy en el Evangelio la continuación del texto del "La vid verdadera", que comenzamos el domingo pasado.
En aquél se nos decía que Jesús es la planta principal y nosotros las ramas, por lo tanto, sólo producimos frutos si nos permanecemos unidos a Él.
Hoy encontramos el complemento de aquella enseñanza. La clave para permanecer unidos a Jesús es vivir el mandamiento del amor, es decir: "Amense los unos a los otros, como yo los he amado". En el texto original, escrito en griego, la palabra traducida por "como" puede significar también "porque". De esta manera también se podría leer "Amense los unos a los otros, porque yo los he amado", lo que estaría indicando que la exigente tarea de amar a todos nuestros hermanos es posible porque Él nos amó primero; su amor es fuente de nuestro amor y lo sostiene.
Existe también en el texto de hoy otra frase que merece ser meditada: "No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes". Él nos acepta tal como somos y nos elige. En esto comprendemos lo que decía Pedro en la primera lectura de que "Dios no hace acepción de personas".
Dios nos elige y nos envía a dar mucho fruto, y estos frutos agradables a Dios, según San Juan, consisten en vivir el mandamiento del amor. Por esto, complementa la enseñanza del Evangelio en su primera Epístola. En ella define a Dios como el origen del amor. "Dios es amor". Él nos amó primero. Y si alguien duda del amor de Dios, San Juan nos invita a mirar la Cruz: "Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él... envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados".
Con razón el salmista nos invita a cantar al Señor, porque su amor es fiel y hace maravillas en nosotros.
A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos regale crecer en el amor, y para ello, crecer en la conciencia de cuán profundamente somos amados por Él. Y a María, Madre del Amor, que nos ayude a ser dóciles al Espíritu, para poder amar a nuestros hermanos como Jesús ama.
Existe también en el texto de hoy otra frase que merece ser meditada: "No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes". Él nos acepta tal como somos y nos elige. En esto comprendemos lo que decía Pedro en la primera lectura de que "Dios no hace acepción de personas".
Dios nos elige y nos envía a dar mucho fruto, y estos frutos agradables a Dios, según San Juan, consisten en vivir el mandamiento del amor. Por esto, complementa la enseñanza del Evangelio en su primera Epístola. En ella define a Dios como el origen del amor. "Dios es amor". Él nos amó primero. Y si alguien duda del amor de Dios, San Juan nos invita a mirar la Cruz: "Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él... envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados".
Con razón el salmista nos invita a cantar al Señor, porque su amor es fiel y hace maravillas en nosotros.
A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos regale crecer en el amor, y para ello, crecer en la conciencia de cuán profundamente somos amados por Él. Y a María, Madre del Amor, que nos ayude a ser dóciles al Espíritu, para poder amar a nuestros hermanos como Jesús ama.
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