Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 4 de enero de 2015

Domingo II de Navidad.


1ª lectura:Eclesiástico 24,1-2.8-12; Salmo 147,12-13.14-15.19-20; 2ª lectura: Efesios 1,3-6.15-18; Evangelio según San Juan 1,1-18.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que en Jesús nos ha colmado regalándonos gracia sobre gracia.
Así decía el Evangelista San Juan en el texto que acabamos de leer. También el Apóstol San Pablo nos da muchos motivos para decir ¡qué bueno es Dios! que: 
- nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales;
- nos eligió en Él antes de la Creación del mundo, para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor.
- nos predestinó a ser sus hijos en Cristo.
- y todo esto, por pura iniciativa suya, porque nos amó primero.

Y el evangelio nos sigue dando motivos:
¡Qué bueno es Dios!, que en Jesús, el Verbo, se hizo carne y acampó entre nosotros, dando cumplimiento a lo que había anunciado el Libro del Eclesiástico siglos antes, cuando decía que la sabiduría de Dios acamparía en medio de su pueblo. Jesús es la sabiduría de Dios, que se hizo carne, y acampó entre nosotros. Por Él todo fue hecho. Él es la Vida y la Luz de toda persona. Su camino fue preparado por Juan Bautista, testigo de esa Luz, alguien capaz de no retener egoístamente para sí a sus discípulos, sino que señala al que es la Luz. Esta Luz brilla, y las tinieblas no pueden vencerla.

Por esto, el salmista nos invita a glorificar al Señor, a alabarlo, por las maravillas que nos hace día a día.

Pero este regalo del amor de Dios y de su Luz no resiste ser reservado egoístamente. Pide comunicarse a los otros. Por esto no basta tener fe. Estamos llamados a demostrar que realmente amamos a Dios amando a nuestros hermanos.

Tomando las palabras de San Pablo, vamos a pedirle a Dios que nos conceda un espíritu de sabiduría y de revelación, que nos permita conocerlo verdaderamente. Que Él ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados, y los tesoros de gloria que encierra su herencia; en definitiva, que nos ayude a tomar consciencia de cuánto nos ama. A María, Madre de la Luz, que en este tiempo podamos "acopiar" luz, para iluminar las situaciones que vivamos en este año que comenzamos.

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