1ª lectura: Génesis 9,8-15; Salmo 24,4bc-5ab.6-7bc.8-9; 2ª lectura: primera carta del apóstol san Pedro 3,18-22; Evangelio según san Marcos 1,12-15.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que, en Jesús se hizo uno de nosotros igual en todo, menos en el pecado, y nos demostró que a pesar de nuestra debilidad es posible ser fiel al Proyecto de Dios.
Celebramos el primer domingo de Cuaresma, este tiempo favorable, en palabras de San Pablo, para reconciliarse con Dios y nuestros hermanos.
En este domingo meditamos el fragmento del Evangelio que nos relata las tentaciones de Jesús, en su versión más reducida, la de Marcos. Los biblistas nos invitan a comprender este texto con dos claves. La primera: estos cuarenta días de Jesús en el desierto son la actualización de los cuarenta años del pueblo de Israel camino por el desierto hacia la tierra prometida; allí el pueblo cayó en la tentación y murmuró contra Dios y su enviado Moisés. Jesús, modelo del Nuevo Pueblo de Dios, vence las tentaciones y es fiel. La segunda: este texto no relataría un momento puntual, sino que, describiría las tentaciones presentes a lo largo de toda la vida de Jesús. Esta última explicación valdría mejor para los textos paralelos en Mateo y Lucas. En cualquiera de los casos, este texto nos enseña que es posible vencer las tentaciones, porque Jesús las venció siendo igual a nosotros. Nosotros estamos expuestos a las mismas tentaciones que nos ofrecen gratificación a corto plazo -poder, poseer, narcisismo, éxito, etc.- pero que nos paralizan en la búsqueda de la felicidad y nos alejan de Dios.
Gracias a su fidelidad, Jesús nos liberó de nuestros pecados, como nos lo recuerda el fragmento de la carta de San Pedro que leímos. Él es el fiel por excelencia, Él es el único que no nos falla ni nos falta. Aunque nosotros nos alejemos de Él con nuestros pecados, Él nunca nos abandona, porque como dice el salmista, su amor y compasión son eternos, Él "muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres".
A este Dios que es tan bueno, le vamos a pedir junto al salmista, que nos guíe por el camino de la fidelidad y nos regale la gracia necesaria para vencer las tentaciones; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, la mujer fiel por excelencia, le vamos a pedir que en esta cuaresma nos regale un corazón dócil para que podamos cumplir con el mandato que nos dejó en las Bodas de Caná: "Hagan lo que Él les diga".
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