Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 15 de octubre de 2017

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario Ciclo A.

1ª lectura: Isaías 25,6-10a; Salmo 23(22),1-6; Filipenses 4,12-14.19-20; Evangelio según San Mateo 22,1-14. 

¡Qué bueno es Dios!, que nos ama gratuitamente e invita a todos a la comunión en el Banquete de Bodas del Reino.

Recordemos una vez más lo que hemos dicho en cuanto a las diferencias entre una alegoría y una parábola: en la alegoría cada elemento tiene un significado que aporta al sentido del mensaje que se quiere trasmitir; esto no es así en la parábola, donde lo que importa es el mensaje y no los elementos que la integran. Digo esto para no asustarnos con algunas expresiones muy duras que aparecen en el relato.

¿Cuál es, entonces, el mensaje que quiere trasmitir Jesús en esta parábola? 

Jesús denuncia, una vez más, cómo el Pueblo Elegido de Israel se niega a reconocerlo como su Salvador; eligen apegarse ciegamente a la Ley y a las múltiples prescripciones que se habían inventado, dejando de lado la vivencia del amor, y la atenta escucha de la Palabra de Dios. Aún viendo a Jesús hacer cosas que sólo el Enviado del Padre puede hacer, aún así, persisten en su rechazo. Por eso, se autoexcluyen del Banquete de Bodas, y éste es ofrecido a quienes se encuentran en los cruces de camino. Aquí es importante resaltar que todos son invitados, "buenos y malos", es una invitación gratuita, pero que respeta la libertad personal. Sin embargo, para formar parte del Banquete se requiere estar en comunión. Creo que a esto se refiere la expulsión del que no traía traje de fiesta; es alguien que no está en comunión con lo que se celebra, y por esto, se autoexcluye.

Pero a quienes aceptan la invitación, como nos dice Isaías, Dios ofrece "un banquete de manjares suculentos, de vinos añejados, decantados"; porque Él "Destruirá la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo". Ésta es la manera como en la Biblia se habla varias veces de la salvación que Dios nos ofrece, una fiesta en la que seremos plenamente felices en comunión con Él y nuestros hermanos.

Por este motivo, con mucha razón el salmista dice que nuestro Dios es nuestro "pastor... que nos hace descansar en verdes praderas, nos conduce a aguas tranquilas, repara nuestras fuerzas, y nos guía por el camino recto, por amor a su nombre... Su bondad y su gracia nos acompañan a lo largo de nuestras vidas". Es que, como dice San Pablo, sólo Él puede "colmar con magnificencia todas nuestras necesidades".

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a reconocer que sólo Él puede hacernos sentir realmente plenos; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos regale sentir su ternura que nos preserve de buscar nuestra satisfacción fuera de Dios, para que al final habitemos en la casa del Señor por años sin término.

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