1ª lectura: Éxodo 22,20-26; Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.47.51a-51b; 2ª lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,5c-10; Evangelio según San Mateo 22,34-40.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos creó por amor para amar y ser felices, en comunión con Él y nuestros/as hermanos/as.
Una vez más los fariseos se acercan para hacer preguntas a Jesús, no para saber más, sino para tenderle trampas.
Una vez más los fariseos se acercan para hacer preguntas a Jesús, no para saber más, sino para tenderle trampas.
Hoy la pregunta es por el mandamiento más importante, y le da la oportunidad a Jesús de enseñar una vez más el mandamiento del amor; en él se cumple toda la ley; él es la regla fundamental del cristiano. Porque como hemos dicho varias veces, nuestra identidad más real es la de seres profundamente amados por Dios, con un amor que no sabe vivir sino comunicándose; no resiste ser encerrado en nosotros de forma egoísta, porque como dice San Juan, quien dice amar a Dios y no ama a sus hermanos es un mentiroso.
Pero sabemos que amar de esta manera es exigente, y no siempre fácil, sobre todo cuando alguien nos hiere y traiciona. Por esto, el salmista nos recuerda que Dios es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, Alguien que nos sostiene con su amor fiel, que a pesar de que nosotros fallemos, Él no falla; su amor nos libera.
A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos regale experimentar su amor, y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos guíe para cimentar nuestra vida en su Hijo Jesús, para que aprendamos a decir: "Yo te amo, Señor, mi Fortaleza".
Pero sabemos que amar de esta manera es exigente, y no siempre fácil, sobre todo cuando alguien nos hiere y traiciona. Por esto, el salmista nos recuerda que Dios es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, Alguien que nos sostiene con su amor fiel, que a pesar de que nosotros fallemos, Él no falla; su amor nos libera.
A este Dios tan bueno, vamos a pedirle que nos regale experimentar su amor, y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que nos guíe para cimentar nuestra vida en su Hijo Jesús, para que aprendamos a decir: "Yo te amo, Señor, mi Fortaleza".