Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Domingo XXIV del tiempo ordinario, ciclo B.

1ª lectura:  Isaías 50,5-9a; Salmo 116(114),1-2.3-4.5-6.8-9; Epístola de Santiago 2,14-18; Evangelio según San Marcos 8,27-35. 

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que protege a los sencillos, como dice el salmo y lo demuestra toda la historia de la Salvación.

Hoy contemplamos un texto del evangelio que, como tantos otros, da mucho para meditar.

Primero: la pregunta de Jesús es como un termómetro que muestra qué es lo que la gente de su tiempo piensa de Él. Pero es, sobre todo, una pregunta para meditar hoy: ¿quién es Jesús para mí? No voy a responder porque cada persona debe hacerlo. Lo que sí voy a señalar es que, si Jesús no es una persona importante en nuestra vida, vamos mal. Si Jesús es sólo una "presencia simpática" de domingo que olvido durante la semana, y no transforma nuestra vida, estamos errando el camino. También erramos si lo consideramos importante, pero no seguimos sus enseñanzas, si no somos coherentes. Los invito entonces a meditar esta pregunta: ¿quién es Jesús para ti hoy?

Segundo: Jesús anuncia lo que le va a suceder por ser fiel al proyecto de amor del Padre por nosotros: anuncia su Pasión. En Él se cumplen las palabras del profeta Isaías que meditamos en la primera lectura. Jesús asume las consecuencias de su decisión confiado en que el Padre lo sostiene, y en que, como dice el salmo, "El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos". 

Tercero: Una vez más, nuestro querido Pedro nos representa con sus actitudes contradictorias. A la pregunta de Jesús sobre quién dicen los discípulos que es Él, Pedro, en nombre de los doce, hace una profesión de fe, que en el evangelio paralelo de Mateo le hace merecedor de una felicitación de Jesús. Sin embrago, igual que tantos de nosotros, da tres pasos y echa por tierra el reconocimiento logrado instantes antes. Su impulsividad, y el deseo de "no perder" a Jesús lo llevan a "desubicarse", en el sentido literal de la expresión, dejó su sitio de discípulo y se puso en lugar de maestro al reprender a Jesús. La respuesta de Jesús, que parece muy dura, lo "re-ubica" al decirle "ve detrás de mí", es decir, "vuelve al lugar del discípulo", y lo hace reflexionar sobre la distancia que muchas veces hay entre nuestros pensamientos y los de Dios. El llamar a Pedro Satanás, que en hebreo significa "adversario", nos hace reflexionar, según el discernimiento de San Ignacio de Loyola, cómo muchas veces el mal espíritu se "disfraza" de buen espíritu, y busca alejarnos de la Voluntad de Dios, a veces a través de personas que queremos tanto, y con propuestas que son "buenas". Es decir, la intención de Pedro es "salvar la vida" de Jesús, pero para eso es necesario que Jesús deje de ser fiel, deje de anunciar el evangelio, se esconda, y por tanto, no nos salve; muy lejos de la Voluntad de Dios, y muy beneficioso para el mal espíritu.

Cuarto: De ahí que Jesús continúe con una enseñanza para todos los discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará". Así nos ayuda a distinguir entre vida y Vida, es decir, podemos mantener la vida física, pero perdernos como personas, al romper la relación con Dios y nuestros hermanos, o podemos aspirar a la Vida plena, en plena comunión aunque esto implique riesgo para la vida física. En otro momento nos dice: "¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo?" Por otro lado la expresión "cargar la cruz" merece una aclaración: no es una llamado a la resignación como muchas veces se lo ha interpretado, como por ejemplo, cuando una persona acepta el maltrato de su esposo/a porque "es la cruz que le tocó cargar", u otras expresiones por el estilo. A lo que Jesús se refiere con cargar la cruz es a asumir las consecuencias de amar como Él ama, "amar hasta que duela" decía la Madre Teresa, amar hasta las últimas consecuencias, amar hasta dar la vida. Sabemos que amar así se nos hace difícil, pero es Dios mismo el que nos regala su Gracia para hacerlo posible, "porque Él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí cuando yo lo invoco".

A este Dios tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a amar como Él nos ama; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que interceda para que pongamos siempre primero la Voluntad de Dios antes que la nuestra, para que cada vez más nuestros pensamientos se parezcan a los de Dios.

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