Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

sábado, 20 de enero de 2018

Domingo III del tiempo Ordinario, ciclo B.

1ª lectura: Jonás 3,1-5.10; Salmo 25(24),4-5ab.6.7bc.8-9; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 7,29-31; Evangelio según San Marcos 1,14-20.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que como dice el salmo, nos guía por el camino de la fidelidad, es decir, por el camino que nos llevará a la plena felicidad en unión con Él y nuestros hermanos.



Una vez más, las lecturas de hoy nos ayuda a reflexionar en nuestra vocación. 

Dios nos llama a todos a la existencia. Ésa es nuestra primera vocación. Hay personas que se llaman a sí mismas "accidentes de la naturaleza", "productos de un descuido" o de una "borrachera"; pues bien esto es mentira: ninguna persona es un accidente, nuestra vida fue soñada, querida, amada por Dios que nos llamó a la existencia para amar y ser felices. Como dije, ésta la vocación universal de la humanidad, o dicho de otra manera, toda persona fue llamada por Dios a la existencia para amar y ser feliz en plena unión con Él y nuestros hermanos.

Pero cada persona es una creación única e irrepetible, con características propias; por eso, la vocación universal asume una dimensión personal, o dicho de otra forma, la vocación universal se vuelve concreta y personal. Dios nos llama con nuestros defectos y virtudes; nos regala una vocación. Ésta es el sueño que Dios tiene para nuestra vida, es una llamada que espera nuestra respuesta libre y responsable. La vocación que Dios nos regala tiene en cuenta nuestras capacidades y carismas, las necesidades de nuestros hermanos y de nuestro tiempo, y se concreta en manifestaciones de amor a Dios y nuestros hermanos; el amor se vuelve concreto en el servicio. Para vivir esta vocación de servicio estamos llamados a elegir una opción definitiva de vida, que puede ser laical, o de especial consagración (religiosos/as, Orden Sagrado). Cabe destacar que el matrimonio es también una vocación, y la crisis que vivimos al respecto es por no tenerlo claro. 

Descubrimos nuestra vocación gracias a la ayuda de algún/a hermano/a mayor que nos ayuda a discernir. Si con la ayuda de esta mediación el discernimiento es serio, llegamos a descubrir cuál es la vocación que Dios nos regaló, y si viene de Dios, ésta no cambia. Esto es porque Dios no cambia de opinión ni juega con las personas; si llama a alguien a consagrarse como religioso esto es para siempre. Los abandonos de la vocación y otros problemas no vienen del llamado de Dios, sino de nuestra respuesta, y esta respuesta es libre.Como Jonás, muchas veces escapamos de la vocación que Dios nos regala, y es que la vocación exige esfuerzo, y renunciar a placeres inmediatos por lograr la felicidad más plena. Pero frente a esto, San Pablo viene a recordarnos que las promesas de felicidad que nos ofrece este mundo, son en realidad pasajeras, y nos alejan de la felicidad más plena. Es que el ser humano es "carencia infinita", es decir, cuando logra algo quiere más, y esta cadena sólo termina en la frustración, porque siempre existirá algo que queramos tener que supere nuestro estado actual.

Pero a quienes se animan a decirle que sí, como lo hicieron Simón, Andrés, Santiago y Juan, Jesús los convierte en "pescadores de hombres". Para entender esta frase cabe recordar que en la mentalidad hebrea de la época de Jesús, el mar era un ente ambiguo, era tanto fuente de vida como de muerte; les daba el sustento, como también se volvía incontrolable. Por este motivo, muchas veces era identificado con el mal. Entonces, ser pescador de hombres significa, en realidad, rescatar a las personas de ese mar de ambigüedad, que enrieda y puede ahogarnos. En este mundo que vive una fuerte crisis de sentido, ser pescador de hombres es ser misioneros de este amor tan grande que Dios nos tiene, y que llena de sentido nuestra existencia.

Ser fiel al llamado que Dios nos regaló no siempre es fácil, muchas veces significa ir contracorriente. Pero como dice el salmista, Él nos muestra el camino, nos guía en la fidelidad, porque es bueno, compasivo y fiel.

A este Dios que es tan bueno vamos a pedirle que nos ayuda a descubrir nuestra vocación y a ser fieles a ella; y a María, Madre y Modelo de vocación, vamos a pedirle que nos ayude a ser misioneros de este amor que llena de sentido nuestra vida. 

sábado, 13 de enero de 2018

Domingo II del tiempo ordinario, ciclo B.

1ª lectura: Primer Libro de Samuel 3,3b-10.19; Salmo 40(39),2.4ab.7-8.9-10; Carta I de San Pablo a los Corintios 6,13c-15a.17-20; Evangelio según San Juan 1,35-42.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos ama y nos llama a seguirlo y participar de su amor.
La Iglesia hoy nos regala meditar textos de hermoso contenido vocacional. El primero de ellos nos cuenta la historia del llamado de Samuel, un episodio extraordinario, es decir, que sale de lo común, ya que, no es habitual que el Señor se manifieste de esta manera. Pero los signos extraordinarios requieren del discernimiento de un hermano, de una mediación humana, y es aquí cuando aparece la experiencia del anciano Elí, que escucha al joven Samuel, y lo orienta para que pueda descubrir el llamado del Señor.

También es extraordinario de que Jesús en persona te llame, como le pasó a sus discípulos; cómo nos gustaría tener una experiencia así. Pero quiero destacar tres elementos: primero, la actuación de una mediación madura, la de Juan Bautista, que supo no retener egoístamente para sí a sus discípulos, sino que supo guiarlos para que conocieran a Jesús, el Cordero de Dios; segundo, la invitación de Jesús a que los discípulos comprueben con sus propios ojos dónde vive, y por ende, quién es; y tercero, el llamado se convierte en llamante, o mejor dicho, en animador vocacional de sus hermanos. Es que descubrir nuestra vocación es un regalo tan grande que no resiste ser reservado egoístamente; pide ser compartido con los demás.

Ahora bien: no somos llamados para actuar aisladamente cual agente de élite o francotirador; como nos recuerda San Pablo, fuimos llamados a formar un Cuerpo, el de Cristo, para lo cual debemos cuidar de no romper con nuestras actitudes la comunión con Dios y nuestros hermanos, y a cuidar nuestro cuerpo, ya que es templo del Espíritu Santo. Fuimos llamados a vivir en comunidad.

Con razón el salmista dice "yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón", porque la Voluntad de Dios es que seamos plenamente felices en unión a Él y nuestros hermanos, y la ley que nos orienta en ese camino es el mandamiento del amor. Por eso, tenemos muchos motivos para decir ¡qué bueno es Dios! y darle gracias, porque l se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo", y entonces "Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea".
A este Dios tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a descubrir nuestra vocación, y a quienes ya la descubrimos, que nos ayude a mantenernos fieles a su llamado; y a María, Madre y Modelo de las vocaciones, le vamos a pedir que nos ayude a ser animadores vocacionales para tantos/as hermanos/as que no han descubierto su vocación, y que nos regale un corazón dócil como ella que nos ayude a decir "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad".

sábado, 6 de enero de 2018

Bautismo del Señor.

1ª lectura: Isaías 55,1-11; Salmo: Isaías 12,2.4bcde.5-6; 2ª lectura: Epístola I de San Juan 5,1-9; Evangelio según San Marcos 1,7-11.  

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que hoy nos dice: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

Celebramos hoy la Fiesta del Bautismo del Señor, es decir, el momento en que Jesús pide a Juan Bautista ser bautizado. Ciertamente que Jesús no necesitaba el bautismo de conversión que predicaba Juan, pero es una muestra más de la pedagogía divina de querer ser igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Este episodio marca un hito en la vida de Jesús, al punto de que después de este hecho Jesús comienza su proclamación del Reino.

Juan Bautista lo había anunciado:"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo". 
Y en el momento de bautizar a Jesús se produce esta manifestación de Dios que dice: 
"Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección." Este Hijo es Aquél de quien Isaías dijo: "Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación". Es quien viene a saciar a los hambrientos y sedientos, con su Amor fiel, por eso Isaías llama la atención a quienes buscan saciarse por medio de otras cosas que pasan y que no hacen feliz a la persona.

Pero Dios es tan bueno con nosotros, que a quienes hemos sido bautizados nos regala formar parte del Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, nos regala que todo lo que se diga de Jesús se pueda decir de nosotros. Esto significa que hoy, a cada uno nos dice "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección", y con esta frase nuestra identidad más profunda queda definida para siempre. Frente a tantos que nos subestiman, y nos dicen cosas feas de nosotros, frente a un sistema consumista que busca convertirnos en máquinas de producción y consumo, frente a tanto que nos dicen "sos un número", "tu vida no me importa", haciéndonos creer una identidad falsa, Dios sentencia "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección". Desde entonces nadie puede decir con verdad que no es amado por nadie, porque nuestra identidad más profunda es la de seres profundamente amados por Dios, con un amor de predilección, con un amor fiel hasta la muerte y muerte de Cruz. 

Un regalo tan grande, y tan gratuito porque no hemos hecho nada para merecerlo, no admite ser encerrado egoístamente; pide comunicarse a los demás, y a esto nos invita San Juan en el fragmento de la carta que leímos. El amor a Dios implica el amor a los hermanos, éste es el mandamiento de oro del cristiano. Con este amor es posible, en Jesús, vencer al mundo, en el sentido joánico de vencer todas las fuerzas del odio y la oscuridad.

A este Dios tan bueno vamos a pedirle que nos ayude a conservar grabadas a fuego en nuestro corazón sus palabras: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección". Y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que fue la primera misionera de este amor, le vamos a pedir que nos ayude a comunicar a tantos/as hermanos/as necesitadas de encontrarse con este amor que libera, que salva, que nos hace plenamente felices.