Comentarios a las lecturas de la Misa diaria.

domingo, 10 de enero de 2016

Bautismo del Señor, ciclo C.

1ª lectura: Isaías 40,1-5.9-11; Salmo 104(103),1b-2.3-4.24-25.27-28.29-30; 2ª lectura: Carta de San Pablo a Tito 2,11-14.3,4-7; Evangelio según San Lucas 3,15-16.21-22.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que hoy nos dice a cada uno, "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

Varias veces lo he dicho, y lo seguiré repitiendo, ya que ésta es una de las verdades que es más difícil integrar a nuestra vida. Otras cosas se nos hacen más fáciles: reconocer nuestra debilidad y nuestro pecado, por ejemplo, ya que los tenemos ante nuestros ojos todos los días. Comprender intelectualmente que somos hijos amados de Dios es relativamente fácil, pero asumirlo afectiva y existencialmente es un proceso más largo. Y debe quedar claro que no es sólo una idea bonita para reconfortarnos; es una verdad que la Iglesia a trasmitido desde los primeros tiempos, ya que, gracias al Bautismo pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, y a partir de allí, todo lo que se diga de Cristo de puede decir de nosotros, miembros de su Cuerpo. Es ñesta nuestra más profunda identidad: somos hijos muy amados de Dios.

En Jesús se cumplen todas las promesas que los profetas nos trasmitieron, como la que leímos hoy. Isaías nos dice que Jesús es quien viene a consolar a su pueblo, a revelar la gloria de Señor, a apacentarnos como Buen Pastor. Él es la gracia que se nos ha manifestado, como dice San Pablo. Él se entregó por nosotros para liberarnos de toda la iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo de elegidos, un Pueblo de hijos amados. Él nos hizo renacer por el Bautismo y derramó abundantemente el Espíritu Santo. Y todo esto, no porque lo merezcamos; no podemos hacer nada para merecerlo. Es Dios, en su infinita misericordia, que nos regala tanto amor. Es gratuito, pero no obligatorio, es decir, se regala gratuitamente a todos, pero no obliga a nadie a recibirlo. Por esto, estamos llamados a responder con decisión a este amor, aceptarlo.

Pero como he dicho otras veces, es un regalo, a la vez que una tarea. Es que el amor de Dios "no sabe vivir sino comunicándose" (Venerable Baltasar Pardal), desde la Creación, gran acto de amor de Dios, hasta la entrega de amor en la Cruz, hasta nuestra propia existencia, son actos de comunicación del amor de Dios. Es un amor que no resiste ser guardado egoístamente, sino que pide salir, comunicarse.

Por esto, hay otras palabras de hoy que también están dirigidas a cada uno de nosotros: "¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice el Señor! Hablen al corazón del hombre", díganle "¡Aquí está tu Dios!", a tantas personas que viven sin sentido, sin rumbo, que andan como ovejas sin pastor; para anunciarles que sólo Dios llena de sentido nuestra vida, sólo Él nos puede hacer plenamente felices.

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a tomar cada vez más conciencia de su amor; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que fue la primera misionera de Jesús, que nos ayude a ser dignos misioneros de este amor que es el único que nos sana y salva.

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